martes, 30 de agosto de 2011

¿Por qué nos equivocamos los economistas?

Por Alberto Garzón Espinosa
Si hay una profesión verdaderamente desprestigiada esa es la del economista. Y es normal. Cada día vemos como los economistas inundamos los medios de comunicación con predicciones y sesudos análisis, muchos de ellos contradictorios entre sí, que al cabo de un tiempo se demuestran profundamente erróneos. Es tanto así que popularmente se considera que el mejor trabajo del economista es el de predecir el pasado. Eso sí, a veces alguna predicción acierta y, como si de un ritual se tratase, comienza a considerarse que ese economista, que averiguó el futuro de alguna forma extraña, merece ser el gurú de todos nosotros. La cuestión es, ¿por qué sucede esto?
La gente percibe a los economistas como expertos científicos en su campo, lo cual es cierto, pero lo que se olvida con facilidad es que este campo es en sí mismo bastante tormentoso. La economía no es una ciencia exacta, como la física, y no puede predecir el futuro con la misma precisión que se podría predecir el punto de colisión de un cohete lanzado desde un monte en proyección parabólica y con una velocidad determinada. Más al contrario, la economía, como ciencia social que es, tiene que conformarse con estudiar sujetos sociales cuyos comportamientos son, por definición, impredecibles. Y además con el principal inconveniente de no poder repetir un mismo experimento, aspecto básico de las ciencias exactas. Así las cosas, ¿cómo operamos los economistas?
La realidad social es compleja y confusa. Observamos a nuestro alrededor y vemos a personas ir de un lado hacia otro, comprar en tiendas que a veces son grandes y a veces pequeñas y con distintos números de trabajadores, comprando diferentes productos, interrelacionándose de forma compleja. Lo que observamos se dice que es la realidad concreta.
Los economistas para entender esa realidad hacemos procesos intelectuales de abstracción. La abstracción es un proceso que consiste en abandonar, para nuestro análisis, los aspectos secundarios y que nos permite concentrarnos en la esencia del problema. Por ejemplo, dejamos de considerar a cada persona de forma individual (Pepe, Juan, María…) y los clasificamos a todos en un conjunto llamado Individuos. Hacemos lo propio con toda la realidad social, es decir, la reducimos a través de la abstracción a una serie de categorías conceptuales (Estado, Hogares, Trabajadores, Capitalistas, Empresas, Dinero, Bancos, Mercado de Trabajo, etcétera). Y con ese repertorio de categorías conceptuales construimos un “modelo”, es decir, una maqueta de la realidad social que queremos estudiar.
La construcción de nuestro modelo
El objetivo es crear una “realidad virtual” o un “falso mundo” que refleje, a pesar de su virtualidad, los comportamientos y la dinámica del complejo mundo verdadero. Por lo tanto, lo que queremos como economistas es que nuestro modelo o maqueta sea lo más parecido posible a la realidad que estamos simulando. Y para ello empezamos a colocar nuestras piezas en la maqueta, y a establecer reglas de cómo se van a interrelacionar entre sí dichas piezas, siempre con un ojo puesto en el mundo real (pues nuestro modelo debería ser una réplica del mismo).
En la construcción de nuestro modelo necesitamos comenzar estableciendo una serie de supuestos o pilares fundamentales. Después de definir qué es cada pieza (qué es un Consumidor, por ejemplo) necesitamos dar instrucciones de cómo se comportan (cuáles son los objetivos del consumidor) y qué límites tienen (para llevar a cabo ese objetivo), entre otras. Es evidente que todo este proceso es arbitrario y no objetivo. Podemos definir al consumidor como aquel individuo que adquiere productos en un mercado a cambio de un pago (y por lo tanto su limitación es el dinero disponible), y cuyo objetivo es la maximización del consumo (el cuanto más… mejor). Si establecemos esas reglas estamos asumiendo que todos los consumidores se comportan igual, y eso será un supuesto básico de nuestro modelo.
Una vez hemos seleccionado nuestras piezas y hemos establecido sus reglas de comportamiento tenemos que desarrollar el modelo. Tenemos que darle vida. Para eso usamos las matemáticas, que son una herramienta aséptica y que nos permite combinar todas esas reglas de comportamiento y estudiar cómo interactúan entre sí.
El siguiente problema es muy técnico pero de gran importancia. Nuestra maqueta no es física, sino teórica. No vamos colocando las piezas sobre una mesa sino sobre el papel, y establecemos reglas de comportamiento con ayuda de las matemáticas. Y claro, las matemáticas aunque muy elegantes tienen también limitaciones. Y una de ella, de primer nivel, es que necesita operar con aspectos puramente cuantitativos (dos más dos es cuatro, pero “interesante” más “penoso” no tiene sentido matemático). Así que en nuestro proceso de abstracción tenemos que abandonar todo lo posible los aspectos cualitativos.
Eso es parte de los problemas de medición. Y es que mientras los científicos de las ciencias exactas tienen bien definidas sus magnitudes para medir la velocidad, el peso y otras variables, los economistas tenemos que proceder a estimar nuestras propias variables. Los trabajadores se estiman por censos administrativos. Los precios se calculan a través de un indicador ad hoc bastante cutre. Todas las variables de la contabilidad nacional (consumo, inversión, etc.) son resultado de reglas contables que pueden cambiar. Muchas variables son resultado de encuestas (aquí los físicos deberían estar ya riéndose a carcajadas), y a veces puede verse hasta declaraciones heroicas del valor de una variable o, dicho de otra forma, que los economistas se inventan datos. Por no hablar del problema más grave de todos y que tiene una controversia (la controversia de Cambridge) que dura decenas de años y que destroza el pensamiento neoclásico: ¿qué demonios es el capital, en qué unidades se mide y cómo se calcula?
En cualquier caso, cuando ya tenemos disponible nuestro modelo o maqueta lo que hacemos es predecir comportamientos. Se supone que nuestro modelo refleja el mundo real, así que suponemos un determinado cambio en la actitud de una pieza del sistema y vemos cómo se mueve el resto. Nuestro modelo si está bien hecho se dice que es un “modelo cerrado”, donde todas las piezas encajan perfectas y por lo tanto pueden verse afectadas. Nuestro modelo nos dirá si habrá movimiento o no en el resto de piezas cuando movemos una de nuestra elección. Por ejemplo, suponemos que el dinero del consumidor ha aumentado y queremos ver qué pasa con el resto de piezas (Empresas, Estado, Impuestos, etc.). Los resultados de esos movimientos de nuestro modelo son nuestras conclusiones.
Y entonces, como economistas que somos y con nuestro modelo debajo del brazo vamos a los medios de comunicación y gritamos bien alto: “un incremento de la capacidad adquisitiva de la población conllevará un incremento de las ventas de las empresas y un incremento de los gastos del Estado, quedándose el número de gatitos en la ciudad de forma estable”. O lo que sea que nos haya dicho nuestra predicción.
El problema de la modelización
Hasta aquí ya todo el mundo debe haber comprendido que el carácter arbitrario de la elección de las piezas, su definición, el establecimiento de reglas de comportamiento y el tipo de supuestos asumidos son todos parte de un proceso mental, afectado de prejuicios, que nada tiene que ver con la ciencia exacta. Por lo tanto hay riesgo de error. En primer lugar porque nuestra maqueta puede no estar representando el mundo real y por lo tanto lo que nos pueda decir sobre el mundo fantástico nos debería importar bien poco. Y en segundo lugar porque en el mejor de los casos las conclusiones son aproximaciones a la realidad dado el carácter social de los elementos representados en las piezas y, por lo tanto, por la incapacidad objetiva de representarlos a partir de reglas de comportamientos fijas (o, dicho de otra forma, una persona no es un átomo).
Por estas razones se comprenden varias cosas.
Primero, que sólo algunos economistas acierten en sus predicciones y que no siempre sean los mismos (ya que el mundo real puede cambiar al producirse cambios bruscos en el comportamiento real de las “piezas”).
Segundo, que dado que hay infinidad de modelos también haya infinidad de interpretaciones diferentes. A este respecto los economistas suelen agruparse en “escuelas de pensamiento”, que giran alrededor de determinados supuestos fuertes que asumen de forma colectiva. Entre las escuelas de pensamiento más importantes están la “escuela neoclásica” (que fundamenta el pensamiento neoliberal), la “escuela keynesiana” (que fundamenta la socialdemocracia), la “escuela austriaca” (que fundamenta el ultraliberalismo) y la “escuela marxista” (que fundamenta el marxismo). Cada una de esas escuelas tiene un núcleo de pensamiento común (normalmente supuestos sobre los que comienza la construcción del modelo) pero luego puede tener ramificaciones debido a la incorporación de nuevas piezas, reglas de comportamiento o incluso a diferentes interpretaciones sobre los resultados del modelo.
En la actualidad la inmensa mayoría de los economistas están adscritos a la “escuela neoclásica”, pero por la sencilla razón de que es la teoría dominante y única que se estudia en las facultades de economía. La mayoría de los estudiantes de economía sólo ven los modelos neoclásicos a lo largo de su carrera y, por lo tanto, quedan contaminados por una visión exclusiva de la economía. Por esa razón, por ejemplo, emergió el movimiento de Estudiantes por una Economía Crítica (EEC) del que formé parte como estudiante y del que ahora formo parte como economista.
Porque el reino de la economía no es el reino de los técnicos o los científicos exactos, por más que algunos se pretendan hacer ver así para revestirse de supuestos poderes mágicos, sino del reino de la duda, la incertidumbre y la pluralidad. Y cuidado porque la economía es un arma muy poderosa.
PS: El año pasado elaboré un esquema con algunas de las principales escuelas de pensamiento. Si alguien quiere verlo está aquí.

viernes, 19 de agosto de 2011

El descalabro continua…



Lucio Agustín Torres *

Es difícil y comprensible a la vez, entender a la mayoría de ciudadanos de este País, tener que aceptar … la economía de EE.UU. es un descalabro, como lo explica en un artículo reciente Noam Chomsky - Profesor emérito de lingüística y filosofía del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, y uno de los mas re-nombrados intelectuales norteamericanos, cuyo título: Estados Unidos en Decadencia. Refleja una realidad dolorosa para millones de ciudadanos de esta nación.
A la caída de un 33% de los bienes inmobiliarios desde su pico el año 2007 (una cifra mayor a la registrada durante la Gran Depresión, que llegó al 31%), se suma el decepcionante dato del empleo. El desempleo en Estados Unidos regresó al 9,3% oficial, mientras el desempleo real (de acuerdo a Shadowstats.com) se ubica en el 22,2%. Uno de cada seis estadounidenses depende de los cupones de alimentos del gobierno. Estados Unidos está en graves problemas. Y ni siquiera el señoreaje del dólar parece salvarlo de esta nueva recaída que para la economía mundial puede ser fatal. Que la mayor economía del planeta, que el único país con el alcance militar global y donde están la mejores universidades a las que acude a estudiar gente de todo el mundo; que el dueño de la divisa internacional y el cultor de la mayor cantidad de documentos de management, marketing, creatividad, liderazgo, ciencia, medicina y autoayuda esté en una crisis de esta envergadura debe dar qué pensar.
Estados Unidos se encuentra viviendo una enorme decadencia que sobrepasa todos sus méritos artísticos, intelectuales y científicos: es la crisis de un consumismo excesivo; una crisis que sólo puede compararse a la decadencia del Imperio Romano por su enajenación y ensimismamiento. El problema es que en este tren de vida Estados Unidos arrastró a toda la economía mundial, que ahora sufre la misma enfermedad y vive el viento en contra de los altos precios del petróleo, del aumento del
precio de los alimentos y de las materias primas y de una enorme crisis de deuda originada justamente en esa etapa del despilfarro y del gran sueño, que ahora se ha convertido en pesadilla y que trata de hacerse ver como el problema más importante.
Luego de que la calificadora de riesgo Standard & Poor’s degradara la deuda pública estadounidense y en medio del continuado desbarranque de todas las bolsas del mundo, los neo keynesianos y premios Nobel de economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, iniciaron una cruzada sosteniendo que el problema no está fundamentalmente en la economía, sino en las “nociones económicas” y en la “extrema derecha”. “La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficit presupuestarios importantes”, dice Stiglitz (Clarín, 6/8). “El déficit presupuestario de Estados Unidos es, después de todo, principalmente el resultado de la crisis económica que siguió a la crisis financiera de 2008”, dice Krugman (The New York Times, 8/8).
El drama de las economías estadounidense y europea es muy distinto del que aducen ambos académicos. El problema es que las intervenciones estatales más voluminosas de la historia del capitalismo mundial permitieron sólo una débil recuperación de las economías de los países centrales. En el caso de Estados Unidos con más de 3 billones de dólares en rescates que elevó la deuda pública desde el 64,4% del PBI a fines de 2007 a poco más del 100% del PBI actualmente (su nivel más alto desde el fin de la Segunda Guerra Mundial), apenas si logró un nivel de crecimiento que recupere la caída acumulada desde 2008. Tomando el año 2007 como base 100, a finales del año 2009 la economía estadounidense estaba en 96,186 puntos, lo cual implica una caída acumulada del 3,8% (con base en los datos actualizados del Buró de Análisis Económico de Estados Unidos). Si se tiene en cuenta que el PBI creció durante 2010 un 3% y durante los dos primeros trimestres de 2011 alrededor del 0,8%, apenas estaría alcanzando a recuperar la caída.
En los Estados Unidos se respira un aire de decadencia. La extralimitación imperial, la polarización política y una costosa crisis financiera están pesando sobre la economía real. Seguimos pensando que el problema es el desempleo y la desaceleración de la economía, mas allá de cifras y datos macro-económicos, son millones de seres humanos que están sufriendo en carne propia, la ineptitud de quienes tienen a su cargo el manejo de la política económica.
Aunque en el país ya no se destruyen 700.000 empleos por mes como hace un par de años, la creación de nuevos puestos sigue siendo débil (entre 15.000 y 250.000 por mes; un ritmo saludable para bajar el 9.3 por ciento de desempleo debería ser de 300.000 nuevos puestos por mes).
Académicos y destacados investigadores concluyen, Se vienen años de incertidumbre y caos mundial .
La actual rebaja en la calificación de crédito para Estados Unidos no es una sorpresa, es simplemente la constatación de la decadencia del billete verde y de la quiebra Estados Unidos que esta vez no tendrá mecanismos para evitarla. El final de la era post Bretton Woods no hace más que dar cuenta de este declive económico del cual da cuenta el estado actual de toda la economía mundial. El descalabro continua…


Director de Blogs Alternativos en Red *

viernes, 5 de agosto de 2011

Incubando el colapso del Sistema.




Lucio Agustín Torres *

Hay una certeza generalizada entre los especialistas: La no reactivación plena del consumo y la persistencia crónica del desempleo con una tasa del 9,3% complica todas las variables de la recuperación económica de EEUU.
Según The Wall Street Journal, el vocero más influyente del poder financiero de EEUU: La crisis (endeudamiento y baja de recaudación) de los Estados de la Unión, agrava el desempleo (desocupación y recortes salariales) y ya extiende los ajustes (reducción de planes sociales) a todo el territorio de EEUU.
Este proceso de sobreendeudamiento (agregado a la caída de la recaudación por la desaceleración económica) no sólo amenaza la estabilidad económica y la “gobernabilidad” del sistema en EEUU, sino que también (y como ya sucedió con los bancos y empresas privadas) puede hacer colapsar en cadena a los propios Estados de la Unión.
EEUU tiene actualmente un déficit presupuestario de US$1,5 billones. Para hacer frente a él, se ha visto obligado emitir títulos del tesoro, bonos y otros instrumentos financieros.
La deuda pública ascendió a US$14,3 billones en mayo. Cuando Barack Obama asumió la presidencia en enero de 2009, la cifra era de US$10,6 billones. El Congreso votó por elevar el límite del endeudamiento diez veces desde 2001.
Altos funcionarios de la Casa Blanca, como el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, o el secretario del Tesoro, Timothy Geihtner, advirtieron sobre las consecuencias “calamitosas” de que no se eleve ese límite y que el país pueda dejar de pagar sus obligaciones internacionales.
Una recesión económica en EEUU impactaría globalmente en América Latina, China y los países asiáticos que tienen en Estados Unidos al principal comprador de materias primas, productos elaborados y servicios.
Por su entrelazamiento e interdependencia global, hay tres procesos centrales que determinan por estos días el curso de la economía mundial: La crisis fiscal de EEUU, la crisis fiscal de Europa, y la crisis comercial EEUU-China. De esa relación estratégica, depende el equilibrio, o el desequilibrio, del resto de las economías de las áreas periféricas de Asia, África y América Latina.
La UE, en bloque, es la segunda economía mundial, detrás de EEUU.
China, individualmente, ya es, según la mayoría de los analistas, la segunda economía y potencia exportadora mundial detrás de EEUU.
Juntas, esas tres economías centrales (EEUU-UE-China) suman más del 40% del PBI mundial, y están completamente interrelacionadas (son dependientes entre sí) a través del comercio de importación y exportación. Además, China, tiene sus reservas en dólares (US$ 2,3 billones) lo que la ata al destino de la economía norteamericana, para bien o para mal.
Esto significa que: Cualquier desequilibrio en las economías de EEUU (en crisis fiscal) y la UE (en crisis fiscal), impacta directamente en China (en crecimiento pero con problemas potenciales), que arrastra detrás de su expansión económica exportadora al resto de las poderosas economías asiáticas, como Japón, Corea del Sur, Indonesia, India y Taiwán, entre otras (Si se suman estas economías asiáticas a las de EEUU-UE-China, se supera largamente el 70% del PBI mundial).
En el nuevo escenario dominado por la crisis, EEUU no solamente es el primer comprador de productos chinos, sino que además China es el principal acreedor de la primera potencia imperial.
El entrelazamiento financiero y comercial que existen entre ambas economías (la primera y la tercera en el orden mundial capitalista) las convierte casi en hermanas simbióticas: Si se cae China se cae EEUU, y viceversa.
Hoy todos los indicadores importantes sobre el desempeño de la economía mundial indican que la crisis se profundiza. Desde Estados Unidos hasta Europa, pasando por Japón y China, el barómetro anuncia una tormenta que amenaza convertirse en huracán global. Ya llevamos tres años de estancamiento, regresión y desempleo agudo, y los gobiernos de las economías capitalistas desarrolladas han sido incapaces de presentar soluciones para salir del agujero. Lo más grave es que han hecho suyo el sueño del sistema financiero para agravar la crisis y hacerla más duradera.
En Estados Unidos el retroceso pasa por la rendición incondicional de Barack Obama frente a los soñadores y reaccionarios del partido republicano. Frente a la transferencia de cifras astronómicas para los bancos y Wall Street, los republicanos piden recortes en los programas sociales Medicare y Medicaid y Obama acepta el reto. Hasta el sacrosanto seguro social, tan venerable para los demócratas, ha sido ofrendado en bandeja de plata a los cuchilleros de los republicanos. Obama anuncia que se necesita reformar el seguro social para alcanzar la estabilidad que requiere la comunidad de negocios para poder invertir y llevar a la economía estadounidense al crecimiento y la prosperidad. ¿De dónde sacó ese sueño? Las cifras de desempleo en Estados Unidos anunciadas la semana pasada más bien confirman que ese país vive una pesadilla y está muy lejos de haber salido de la crisis.
Obama zozobra en el mismo razonamiento que domina el ideario reaccionario: si damos estabilidad y tranquilidad a los empresarios, las inversiones fluirán por sí solas y todo se arreglará. Es lo que claman los halcones en el Congreso. No importa que su país se vaya a la cloaca de la segunda Gran Depresión.
Si algo ha demostrado los gigantescos paquetes de rescate para el sector financiero es que la actual no es una crisis de liquidez. En realidad, el histérico reclamo de austeridad en Europa y Estados Unidos traduce una visión equivocada de la crisis. Se quiere negar que ésta es una peligrosa crisis estructural de todo el modelo económico neoliberal. Se está incubando el colapso del sistema, aunque se niegue con cara de palo, y algunos idiotas crean todavía “En el País de las oportunidades”.

Director de Blogs Alternativos en la Red *