lunes, 21 de noviembre de 2016

Pronostico de la Economía en la era Trump


Por Lucio Agustín Torres *



Toda la aldea global estuvo pendiente, sobre la última elección presidencial en los Estados Unidos, donde el magnate de los casinos -  Donald Trump, se hizo de la Presidencia del País más poderoso del mundo y cuya hegemonía está cediendo terreno en el plano geopolítico y económico del planeta. Pero: ¿Cuál es el pronóstico de la economía americana y que nos espera los próximos años de la era Trump? “¡Es la economía, estúpido!" La célebre frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992 le impulsó desde su modesto sillón de gobernador de Arkansas hasta el Despacho Oval de la Casa Blanca, descolocando a su contrincante republicano, George Bush, padre, que seguía alardeándose  en los éxitos de la política exterior estadounidense como el fin de la Guerra Fría o la Guerra del Golfo Pérsico, olvidándose de los problemas cotidianos y de las necesidades más perentorias de los ciudadanos, es la economía el principal escollo a enfrentar interna como externamente, después de la debacle del 2008, Estados Unidos no se ha recuperado.


CRECIMIENTO BAJO

Estados Unidos no se ha recuperado de la crisis económica del 2008, los índices de crecimiento PBI – así lo indican: The latest Atlanta Fed estimate for US real GDP growth in the last quarter of 2015 is just a 0.7% annual rate. La última estimación de la Fed de Atlanta para el crecimiento del PBI real de Estados Unidos en el último trimestre de 2015 es sólo una tasa anual del 0,7%.

If that turns out to be right with the first official estimate out this week, then the US economy will have grown (after inflation) by just 1.8% in 2015, down from 2.4% in 2014. In addition, industrial production and manufacturing output have slowed to a trickle and retail sales, a measure of how much is being bought in the shops, has also slowed markedlySi eso resulta ser correcto, entonces la economía de los EEUU habrá crecido (después de la inflación) apenas 1.8% en 2015, abajo de 2.4% en 2014. Además, la producción industrial y la producción manufacturera Se  han desacelerado y las ventas al por menor, una medida de cuánto se está comprando en las tiendas, también ha disminuido notablemente. And most important, corporate profits are falling and companies are reporting fewer earnings in their quarterly results. Y lo más importante, las ganancias corporativas están cayendo y las compañías reportan menos ganancias en sus resultados trimestrales. When profits fall, investment and then employment will eventually do so. Cuando los beneficios caen, la inversión y luego el empleo eventualmente lo harán - sus resultados económicos siguen siendo débiles. El crecimiento real del PBI per cápita ha sido de sólo un 1,4% anual, muy por debajo de los niveles previos al colapso financiero mundial de 2008. Es la recuperación económica más débil después de una crisis desde la década de 1930. El FMI espera que la economía de los EE UU crezca solo un 1.6% este año. Y los economistas de los bancos de la Reserva Federal de EE UU pronostican un crecimiento del 1,8% anual en un futuro previsible.  A condición de que no se produzca una nueva recesión económica.
Y los beneficios de las empresas estadounidenses están cayendo. Según los economistas del banco de inversión JP Morgan, los beneficios corporativos en Estados Unidos disminuyeron un 7% con respecto a sus niveles del año pasado. Sobre esa base, creen que, "la probabilidad de que una recesión comience en los próximos tres años es de un sorprendente 92%, y la probabilidad de que lo haga en un plazo de dos años, un 67%". Por otra parte, la Reserva Federal estaba planeando aumentar su tasa de interés justo después de las elecciones, porque considera que la economía está volviendo a la 'normalidad', aumentando el riesgo de desencadenar una crisis, aunque la victoria de Trump podría frenar esa decisión como consecuencia de un hundimiento de los mercados de valores. Sucedido día después de la elección.
Para graficar mejor, de lo que estamos explicando, presentamos un cuadro estadístico de la producción manufacturera en términos de porcentajes con referencia del año 2015 (0.76%).


PROPUESTAS DE TRUMP
 Sus propuestas económicas se limitan a reducir los impuestos, reducir el gasto público y gravar las importaciones para "proteger" los empleos en Estados Unidos. Los principales beneficiarios de sus recortes de impuestos serán a los muy ricos. Con Trump, la mayoría de la gente vería reducido cerca del 7%, pero el ahorro fiscal para el 1% superior (ricos) sería el 19% de sus ingresos. Para equilibrar el presupuesto federal, el gasto del gobierno tendría que recortarse en un 20%, afectando al gasto social, la educación y la sanidad. En el frente externo el aumento de los aranceles a los productos extranjeros y la imposición de sanciones punitivas a China y México, los dos mayores socios comerciales de Estados Unidos, elevaría los precios en EE UU y provocaría graves tensiones. La no firma del TPP, y salida del TLC con México y Canadá, enfrentaría los intereses globalizadores de las corporaciones y de países involucrados. Con relación a la reducción de impuestos, Joseph Stiglitz, premio noble de economía, advierte: “Durante las tres últimas décadas, las reglas del sistema económico de Estados Unidos han sido reescritas de manera que están sólo al servicio de unos pocos que se encuentran en la parte superior, perjudicando a la economía en su conjunto, y especialmente al 80% en la parte inferior. Si Trump es serio en cuanto a abordar la desigualdad, debe reescribir las reglas una vez más, de una manera que sirvan a los intereses de toda la sociedad, no sólo a los intereses de aquellas personas que son como él”.

Por otro lado, la protección de los empleos para los trabajadores de este País, Como dijo el pasado mes de marzo Donald Trump: "Voy a conseguir que Apple fabrique sus ordenadores y sus iPhone en nuestra tierra, no en China."  Y quiere imponer un arancel del 45% a las importaciones chinas. Se ha estimado que esto podría recortar el PBI de China en un 4,8% y las exportaciones chinas a los EE.UU. en un 87% en tres años, de acuerdo con Daiwa Capital Markets. Incluso si Apple encuentra suficientes trabajadores en los EE.UU., el coste de fabricación de un iPhone 7 de Apple podría aumentar 30-40 dólares, estima Jason Dedrick, profesor de la Escuela de Estudios de la Información en la Universidad de Syracuse. Dado que el trabajo representa sólo una pequeña parte de los costes totales de un dispositivo electrónico, la mayoría de este aumento de los costes provendrían de la importación de componentes a los EE.UU. Si los componentes del iPhone también se hicieran en los EE.UU., los costes del dispositivo podrían subir hasta 90 dólares. Eso significa que, si Apple opta por pasar a los consumidores todos estos costes, el precio de venta del dispositivo podría subir alrededor del 14%. Así que las políticas comerciales de Trump significarían un fuerte aumento de los precios de los bienes en los EE.UU. para empezar, incluso suponiendo que no haya represalias por parte de China.
CONClUSIONES
La ironía (y la preocupación del capital) es que la Gran Recesión (2008) y la consiguiente Larga Depresión (ocho años de desaceleración económica de la economía global) acaben con la globalización. La globalización ya tenía problemas antes de Trump y el Brexit. La crisis financiera mundial, la Gran Recesión y la consiguiente Larga Depresión (similar a la de la década de 1930) desde 2008 -  habían frenado en seco la expansión del comercio mundial. Los líderes del G-20 se reunieron poco antes de la victoria de Trump y ya eran pesimista sobre la globalización. Dicen que se oponen al proteccionismo comercial "en todas sus formas".  Como los economistas de Deutsche Bank dicen:  "Se siente como si nos acercásemos al final de una era económica ... y el tiempo para evitar el cambio de régimen económico y político se acaba, dadas las tensiones existentes en el sistema". La perspectiva económica de los Estados Unidos, en la era Trump, estará marcada por grandes sorpresas, nada agradables por cierto para la gran mayoría del pueblo americano y residentes de este País.

* Director Grupo Editor del Norte

jueves, 17 de noviembre de 2016

¿TRABAJAR PARA VIVIR O VIVIR PARA TRABAJAR?








Por: Lucio Agustín Torres *
En las actuales condiciones de vida, después del colapso económico del 2008 y cuya crisis aún no termina, trabajar se ha hecho para la mayoría de personas, una actividad de preocupación, por escases de plazas laborales y sobre todo bien remuneradas.
Según un informe de OIT-2014 (organización internacional del trabajo) existen 1,500 millones de personas en el mundo, desempleados o con trabajos vulnerables, 839 millones de personas en países en desarrollo, que reciben un ingreso de 2 dólares al día, condenados a vivir en la extrema pobreza. Hay, pues; una realidad que supera lo académico y la retórica de los políticos que juegan con la vida de tantos millones de seres humanos.

Al margen de la Gran Recesión, que ha agravado los problemas de desigualdad tanto en países ricos como pobres, hay otros asuntos estructurales detrás de la brecha social, que es el paro y la secuela de desempleo, producto de una economía capitalista, menos industrial y productiva a una economía financiera y especulativa, el capital no invierte en la producción de la economía real, ahora se traslada como capital ficticio, al mundo de la especulación financiera o economía de casino, además de este factor importante en el análisis de la falta de trabajo, el cambio tecnológico y la tercerización, son  síntomas que ahondan la realidad del tema.
Si el trabajador pierde el empleo, tiene que arreglárselas solo, salir tempranito para buscar cualquier actividad, volviendo desmoralizado por la noche cuando no lo logra. Una sociedad justa requiere que el derecho al empleo sea considerado como un derecho humano inalienable, junto a los otros derechos, porque sin él, el ser humano no puede sobrevivir con un mínimo de dignidad. El universal escritor Uruguayo Eduardo Galeano en: Los derechos de los trabajadores ¿un tema para arqueólogos? Dice: “Más de noventa millones de clientes acuden, cada semana, a las tiendas Wal-Mart. Sus más de novecientos mil empleados tienen prohibida la afiliación a cualquier sindicato. Cuando a alguno se le ocurre la idea, pasa a ser un desempleado más. La exitosa empresa niega sin disimulo uno de los derechos humanos proclamados por las Naciones Unidas: la libertad de asociación. El fundador de Wal-Mart, Sam Walton, recibió en 1992, la Medalla de la Libertad, una de las más altas condecoraciones de los Estados Unidos”. “El poder económico está más monopolizado que nunca, pero los países y las personas compiten en lo que pueden: a ver quién ofrece más a cambio de menos, a ver quién trabaja el doble a cambio de la mitad. A la vera del camino están quedando los restos de las conquistas arrancadas por tantos años de dolor y de lucha”. “Las plantas maquiladoras de México, Centroamérica y el Caribe, que por algo se llaman “sweat shops”, talleres del sudor, crecen a un ritmo mucho más acelerado que la industria en su conjunto. Ocho de cada diez nuevos empleos están “en negro”, sin ninguna protección legal. Nueve de cada diez nuevos empleos en toda América latina corresponden al “sector informal”, un eufemismo para decir que los trabajadores están librados a la buena de Dios. La estabilidad laboral y los demás derechos de los trabajadores, ¿serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que recuerdos de una especie extinguida?
En el mundo al revés, la libertad oprime: la libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar. El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un “obstáculo interno”, para decirlo con las palabras del presidente de la Coca-Cola, que explicó el despido de miles de trabajadores diciendo que “hemos eliminado los obstáculos internos”?

Esto es lo que necesitamos entender: un montón de gente está sufriendo. Bajo las políticas neoliberales de desregulación, privatización, austeridad y comercio corporativo, sus niveles de vida han declinado precipitadamente. Han perdido trabajos. Han perdido pensiones. Han perdido gran parte de la red de seguridad que utilizaba para hacer estas pérdidas menos aterradoras. Ellos ven un futuro para sus hijos aún peor que su precaria presencia.
Pero todo este drama humano no es un castigo divino, es producto de una explotación a la fuerza productiva, al trabajador directo creador de la riqueza, haciendo de los trabajadores esclavos modernos, David Harvey geólogo británico, explica que las condiciones de trabajo en la actualidad se asemejan al siglo XIX.
La precariedad, la pobreza laboral y la desigualdad salarial son los tres conceptos centrales que permiten caracterizar la actual situación del empleo - incluyendo la tercerización (agencias de empleo) que han estandarizado el paupérrimo salario mínimo, y que juegan el papel de impedimento para eludir los derechos laborales de los trabajadores.
Si hoy los organismos que miden con cifras estadísticas y estudian sobre el problema del trabajo como una crisis humanitaria, con la robotización, el impacto social será mayor, enormes ejércitos de personas, serán desplazadas por la inteligencia artificial, los sensores y la digitalización. En definitiva, el futuro de la humanidad y de los trabajadores dependerá de la lucha que emprendan por su liberación, más allá del sistema capitalista.
La pregunta mi querido lector es: ¿trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?

sábado, 12 de noviembre de 2016

CRECIMIENTO DE LAS DESIGUALDADES


Todo el mundo se queja de la desigualdad, pero nadie hace nada por remediarla”.

Mark Twain



Por Lucio Agustín Torres *



Cerca de 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, principalmente en los países llamados “en desarrollo”. No obstante, en estos países, al menos 250.000 millones de euros de ingresos fiscales desaparecen cada año en los paraísos fiscales, o sea, seis veces el importe anual necesario para luchar y vencer el hambre hasta 2025. “Se ha calculado que entre el 85% y el 90% de esa riqueza pertenece a menos de 10 millones de personas —apenas el 0,014% de la población mundial—, y una tercera parte como mínimo pertenece a las 100.000 familias más ricas del mundo, cada una de las cuales posee un patrimonio neto de 30 millones de dólares como mínimo”. Tantas necesidades evidentes y, sin embargo, indispensables para el avance de un verdadero desarrollo se abandonan en favor de una clase oligárquica que no para de enriquecerse. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha indicado que el 8% de la población mundial más rica recibe la mitad de la totalidad de los ingresos, mientras que la otra mitad se reparte entre el 92% restante. La riqueza concentrada en manos del 1% más rico ha ascendido al 48% de la riqueza mundial en 2014 frente al 44% en 2010. Durante los últimos 20 años, las desigualdades de los ingresos han aumentado en los países en desarrollo.


Son entonces los más adinerados los que se aprovechan de la reducción de ingresos fiscales por fraude, lo que perpetúa y empeora las desigualdades. Parece lógico que los más ricos, que se aprovechan de los beneficios de sus empresas, tendrían que contribuir con una redistribución a favor de los más pobres a través del impuesto sobre los beneficios de estas empresas. Sin embargo, la plusvalía generada por la explotación del trabajo se evapora en territorios paradisíacos para la oligarquía que es quien gobierna y legisla.
Se trata de un robo organizado a gran escala –ilegítimo y no conforme a cualquier idea de desarrollo humano– de una riqueza que pertenece a aquellos y aquellas que la han creado con su trabajo, y que debería financiar los servicios públicos. De hecho, el impuesto sobre los beneficios, así no redistribuido para el bien común porque escapa al fisco, permite al capitalista optimizar la plusvalía obtenida del trabajo intentando, ilegalmente o no, privatizar su totalidad.

Lo que hace la gente es utilizar el término «desigualdad» como punto de partida para proferir sus propias opiniones sobre cómo edificar una sociedad más próspera y al mismo tiempo más igualitaria. El cariz de dichas opiniones dependerá en gran medida de si ven al uno por ciento como un agente innovador, ingenioso y creativo, que crea riqueza e impulsa con ello al resto de la sociedad, o si, tal y como han descrito los grandes economistas clásicos, el estrato más rico de la población está más bien constituido por rentistas, que obtienen sus ingresos y riquezas del 99 por ciento en calidad de propietarios ociosos, monopolistas y banqueros rapaces.

La desigualdad aumentó de forma constante y aceleradamente, desde el colapso financiero global de 2008. Desde entonces, se rescató a los banqueros y a los titulares de bonos en vez de a la economía, el uno por ciento con mayores ingresos ha tomado sobradamente la delantera al porcentaje del 99% restante. Entretanto, el 25 por ciento con ingresos más bajos ha sido testigo de un grave deterioro de su patrimonio neto y de sus ingresos relativos.
En un artículo reciente, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, ganador del premio Nobel de Economía, considera que estamos en una nueva era de monopolio y que esta es una de la principal causa de la desigualdad extrema del ingreso y la riqueza, la ineficiencia y el bajo crecimiento de la productividad y el estancamiento general de las principales economías.
Stiglitz sostiene que la escuela clásica y neoclásica de economía asumen que en los ''mercados competitivos” todas las empresas están al mismo nivel a la hora de competir. Esto significa que los propietarios del capital ganan beneficios según su contribución al aumento de la producción, su "producto marginal”. Esta visión optimista es descartada por Stiglitz. En realidad, lo que determina quién recibe qué en la sociedad depende del "poder" son las grandes empresas. Las grandes empresas pueden imponer los precios en los mercados a las empresas pequeñas y pueden dictar los salarios de la mano de obra cuando esta no tiene poder de negociación colectiva (los sindicatos). Este "monopolio" (sobre los mercados de las materias primas y la mano de obra) es lo que está arruinando el capitalismo, sostiene Stiglitz.
Después de todo, el poder monopolista es en realidad oligopólico (unas pocas grandes empresas) y los oligopolios pueden desarrollar una fuerte competencia entre sí, nacional e internacionalmente. La verdadera causa de la desigualdad no es el monopolio, sino el aumento de la explotación del trabajo por el gran capital, desde los años 1980 para intentar revertir la caída y baja rentabilidad experimentada en la década de 1970. Y la causa real del 'estancamiento' y el bajo crecimiento de la productividad no son los monopolios, sino la falta de inversión, no sólo por los “grandes monopolios”, sino también por las capitales más pequeñas que sufren la baja rentabilidad y acumulan grandes deudas. En otras palabras, los monopolios no son un problema en sí, sino la debilidad del modo de producción capitalista, en la que la inversión y la creación de empleo tienen lugar únicamente con fines de lucro.


Cerca de 40 millones de estadounidenses perdieron sus empleos en la recesión de 2007-2009. Sólo uno de cada cuatro trabajadores despedidos consigue volver a los niveles previos de sueldo anteriores después de cinco años, según el economista Till von Wachter, de la Universidad de California en Los Ángeles. La brecha salarial persiste, incluso décadas más tarde, entre los trabajadores que experimentaron un período de desempleo y trabajadores similares que no fueron despedidos. Las personas que han perdido un empleo durante las recesiones ganan un 15-20% menos que sus pares no despedidos después de 10 o 20 años. Y esas personas llegan a la edad de jubilación con pocos o ningún ahorro. Tienen que seguir trabajando o se ven obligados a vivir frugalmente.
El informe de empleo de abril mostró una tasa de desempleo del 16% entre los adolescentes de 16-19 años de edad. Esta muestra incluye sólo a aquellos que estaban buscando activamente empleo, que no son estudiantes a tiempo completo. Han abandonado la enseñanza, o quieren trabajar mientras estudian. Y está la tasa de mortalidad sorprendentemente mayor entre los blancos de mediana edad en EE UU. Esa tasa es el resultado directo del aumento de los suicidios y el abuso de drogas y alcohol – todo ello parte del proceso de depresión psicológica. Durante la última década, los hispanos mueren a un ritmo más acelerado. La razón; es el empobrecimiento de sus condiciones de vida. Las personas negras, también; incluso los blancos en otros países.

Este daño permanente a la vida de millones de personas en Estados Unidos, una de las economías capitalistas más ricas del mundo y la "tierra de la libertad" no es consecuencia de los monopolios, sino del fracaso del capitalismo para producir suficientes productos y servicios que la gente necesitan, de forma asequible. Sí, una élite de ricachones preside sus enormes empresas y bancos y 'ganan’ enormes salarios y primas y los gestores de los fondos buitres y los banqueros cosechan grandes ganancias de capital. Pero la gran mayoría de los estadounidenses no llega a fin de mes, a causa del "capitalismo competitivo" y su fracaso.
¿Seguiremos permitiendo el crecimiento de las desigualdades? O ¿de qué nos quejamos? si la fiesta de la avaricia, del 1% de la población, sigue viento en popa. Y la gran mayoría, ve perder oportunidades, mientras más es la lucha, menos crecimiento de desarrollo humano obtienes.
Noam Chomsky, lingüista americano dice lo siguiente: La explicación básica es la de siempre: Todo está funcionando bastante bien para los ricos y poderosos. En los EE.UU., por ejemplo, hay decenas de millones de desempleados, millones más han abandonado desesperados la población activa laboral, y los ingresos, así como las condiciones de vida se han estancado o han disminuido en gran medida. Pero los grandes bancos, que eran responsables de la última crisis, son más grandes y más ricos que nunca, los beneficios empresariales están rompiendo los registros, la riqueza más allá de los sueños de la avaricia se acumula en poder de los que cuentan, el trabajo se ve seriamente debilitado por la represión sindical y la "creciente inseguridad del trabajador, para usar el término que Alan Greenspan utilizó para explicar el gran éxito que logró la economía, cuando aún era "San Alan",  tal vez el más grande economista desde Adam Smith, antes del colapso de la estructura que había administrado, junto con sus fundamentos intelectuales. Así que ¿de qué hay que quejarse? El crecimiento del capital financiero está relacionado con la disminución de la tasa de ganancia en la industria y las nuevas oportunidades para la distribución de la producción de forma más amplia a lugares donde el trabajo es explotado con mayor facilidad y las restricciones sobre el capital son más débiles -mientras que los beneficios se distribuyen a los lugares con más bajos impuestos (globalización). El proceso ha sido alentado por los avances tecnológicos que facilitan el crecimiento de un "sector financiero fuera de control", que "se está comiendo la economía de mercado moderna [es decir, la economía productiva] desde el interior, igual que la larva de la avispa o de la araña se come el huésped en el que se ha establecido", Aparte de eso, como se ha señalado, la "regla centrada en el mercado" impone una dura disciplina a la mayoría, pero los pocos que cuentan se protegen de ella de manera eficaz. Es hora de buscar nuevos paradigmas a un sistema capitalista enfermo y desigual, lo primero conciencia, de que la humanidad está siendo retenida por un sistema económico diseñado para esclavizar a la gran mayoría en beneficio de una minoría, despertemos; antes de que sea demasiado tarde.





martes, 8 de noviembre de 2016

PARAISOS FISCALES GUARIDA Del CAPITAL FICTICIO


 "Hay lucha de clases y los ricos estamos ganando"

Warren Buffet




Por Lucio Agustín Torres *



 Las empresas offshore (creadas en paraísos fiscales) constituyen una base para todo tipo de actividades, muchas de ellas relacionadas con la especulación financiera: desde la emisión de títulos de deuda para obtener recursos en diferentes mercados financieros, hasta facturar todo tipo de operaciones para permitir el uso de precios de transferencia en operaciones intra-firma y transferir rentabilidad de un espacio económico a otro. Y por supuesto, las offshore son la plataforma clave para involucrarse en el mercado mundial de divisas y para los flujos de capitales que son el azote de cualquier economía.


A finales de los años 70 del siglo XX se hizo evidente que la maquinaria de producción capitalista se había estancado de nuevo. La enfermedad crónica del capitalismo se había vuelto a manifestar: la sobre-acumulación de capital. Demasiada concentración tecnológica por unidad de producción, a costa del trabajo humano. Como quiera que sólo de este último se extrae plusvalía, la consecuencia es una decadencia de la misma y por tanto de la ganancia final que los capitalistas reciben cuando venden las mercancías producidas, diseñadas o servidas por la fuerza de trabajo. Es decir, una generalizada pérdida de rentabilidad de las inversiones capitalistas. Y si hay pérdida de rentabilidad desciende la inversión en la esfera productiva, con lo cual baja también la productividad.
Frente a ello el Capital emprende un conjunto de dinámicas orientadas a paliar la caída de la rentabilidad: incremento de la explotación de la fuerza de trabajo; aceleración de los desplazamientos de capital hacia las periferias del Sistema, allí donde había (y hay todavía) más expectativas de rentabilidad, dado que no se ha dado el proceso de sobreacumulación; hay un desplazamiento también técnico-organizativo, hacia nuevas ramas de inversión (sobre todo la “economía ficticia” o “nueva economía”); y asimismo se da un desplazamiento hacia los circuitos que hasta ese momento eran secundarios en la acumulación de capital (el suelo, la vivienda, las hipotecas), con la consiguiente gestión del territorio de cara a su valorización especulativa (haciendo del conjunto del hábitat una mercancía, lo que lleva emparejada su depredación). Se emprende, de esta manera, un paquete de políticas tendentes a deteriorar la condición salarial: desinversión selectiva y reorientación hacia un tipo de producción flexible, ligera; reducción de la masa salarial a partir de la desvinculación de los salarios respecto de la productividad y el subsecuente declinar de los salarios reales; inhibición de la inversión pública que conlleva el deterioro de lo público y de la “seguridad social”. Conduciendo todo ello a la entrada en una era de inseguridad colectiva.
Habrá además una dinámica que incidirá especialmente en el desmontaje de lo que hasta entonces había sido el Estado Social (para muchos “de bienestar”): la apropiación privada por parte de los grandes capitales de más y más parcelas de la riqueza social y las contradicciones sociales que esto ocasiona.
Pero faltaba aún otro desplazamiento de consecuencias letales: el que ha consistido en “huir” de la producción y por tanto de la normal y “sana” dinámica de acumulación, para derivar cada vez más capitales hacia las finanzas. De nuevo había que cumplir un requisito o paso previo para ello: liberalizar el mundo financiero que tanto había costado arribar en los Acuerdos de Bretton Woods tras todo el cúmulo de desmanes financieros que se había iniciado a fines del siglo XIX y que finalizó en la catástrofe del 29. El pistoletazo lo daría EE.UU. el 15 de agosto de 1971, al desvincular el dólar del patrón oro.
En seguida el resto de potencias capitalistas haría lo propio. A partir de entonces las monedas no tendrían ningún anclaje material y podían “flotar” a merced de las apuestas y especulaciones sobre ellas. 
  

Antes del capitalismo, las crisis eran producto de la escasez, el hambre y los desastres naturales. Ahora son la consecuencia de una economía monetaria con fines de lucro; que son causadas por el hombre y, sin embargo, parecen escapar a su control; un fetichismo. Por encima de todo, las crisis demuestran que el capitalismo es un sistema con fallos y errores, pero; sobre todo un sistema egoísta e inhumano, a pesar de los grandes avances en la productividad del trabajo que este modo de producción ha generado en los últimos 200 años aproximadamente. Si la Humanidad quiere progresar o incluso sobrevivir como especie, tendremos que ser conscientes que el capital ha entrado en una etapa degenerativa, propia de ese fetichismo enfermizo de mayores ganancias, no importando el cómo, aplicando “el todo vale” (negocio sucio: narcotráfico, venta de armas, especulaciones, lavado de activos). Durante el colapso financiero de 2008, el sector bancario de los EE.UU. tuvo que descontar 600 mil millones de dólares en activos y su valor bursátil cayó en 1 billón de dólares. Sin embargo, las autoridades (de la Reserva Federal y el Tesoro), "en nombre de los contribuyentes, rescataron a estos bancos errantes con dinero en efectivo, garantías y préstamos por valor de más de 3 billones de dólares. Ahora, hay menos bancos, pero son más grandes y vuelven a sus viejos trucos, igual que antes. Ahí están los bancos del Reino Unido: Barclays ha sido multado con 450 millones de dólares por su participación en el llamado escándalo del Libor, en el que los corredores de los bancos se pusieron de acuerdo para fijar el tipo de interés de los préstamos interbancarios, que establece la base del coste de la mayoría de los créditos en todo el mundo.

Esta conspiración implica que autoridades locales, organizaciones benéficas y empresas terminaron pagando más de lo debido por los préstamos. HSBC fue acusado por el Congreso de los EE.UU. de lavar el dinero de los carteles de la droga mexicano y violar las sanciones contra Irán (al igual que Standard Chartered). Lloyds Bank, junto con todos los otros bancos, ha tenido que compensar a sus clientes por obligarles a contratar seguros de accidentes personales por una suma de £ 5.300 millones de libras, dinero que podría haber sido mejor utilizado para financiar la industria y abaratar los créditos. Los bancos han restado toda importancia a estos escándalos. JP Morgan mantuvo un equipo de operaciones de alto riesgo en Londres dedicado a la comercialización masiva de derivados, las mismas "armas financieras de destrucción masiva" (para usar la terminología del mayor inversor del mundo, Warren Buffet) que desencadenaron la crisis de 2008. La 'ballena de Londres', como se le llama, hizo perder al banco ¡6 mil millones de dólares! Y hay que recordar que eso ocurrió en 2012, no 2008. El corredor principal, Bruno Iksil, les dijo a sus jefes ejecutivos que estaba preocupado por el tamaño espantoso de las transacciones que operaba. Pero no le hicieron caso. Y los supervisores en EE.UU. del banco, la Oficina del Interventor de la Moneda, que supuestamente vigilaba muy de cerca a los bancos, tampoco hicieron nada. En marzo de 2012, las pérdidas comerciales iban en aumento y fueron hechas públicas, pero aun así el jefe ejecutivo de JP Morgan, Jamie Dimon, afirmó que el asunto sólo era "una tormenta en un vaso de agua”. Y con esto no acaba todo. Ahora se ha sabido que, durante el colapso financiero, cuando Barclays se vio amenazado con una nacionalización parcial, la junta de Barclays prestó dinero a Qatar para que invirtiera en acciones del propio banco por valor 12 mil millones de libras. De esta manera, el banco evitó controles del Estado ¡mediante la emisión de más préstamos! Todavía no está claro qué "comisiones" se les pagaba a los inversores de Qatar. Dexia, el banco belga, eventualmente forzado a la nacionalización, también intentó el mismo truco en 2008 y también lo hizo el podrido banco de Islandia, Kaupthing, que "prestó" dinero a un miembro de la familia real qatarí, que lo reinvirtió en el banco. Los qataríes cobraban una "comisión" y si las acciones no valían nada después, a ellos les daba igual. Simplemente aumentaban las pérdidas del banco y el coste para el contribuyente en caso de rescate. Los delincuentes de mainstreet, son moco de pavo, en comparación a los que manejan el capital financiero (capital ficticio).  Lo que demuestran los continuos escándalos de la banca es que el sistema bancario global no ha cambiado realmente ni su cultura ni su razón de ser y que tampoco puede hacerlo. Que tiene que orientar la mayor parte de sus actividades hacia la maximización de beneficios y eso significa hacia áreas que tienen mayor riesgo y no hacia préstamos con márgenes bajos a la industria y los hogares. Y los llamados reguladores no pueden cambiarlo. Han sido presionados y acosados por los bancos para que no "limiten" sus actividades "demasiado" o para que les obliguen a apartar demasiado dinero o capital para cubrir posibles pérdidas, porque esto no es rentable. Por todo ello, los paraísos fiscales son la guarida perfecta, del capital especulativo.

* Director Grupo Editor del Norte.



miércoles, 2 de noviembre de 2016

CAMBIO DE PARADIGMA ANTE UNA CRISIS SISTEMICA




L A T - EDITOR


"El moderado es fuerte con los débiles y débil con los fuertes", escribió Darío Fo (dramaturgo, actor italiano, premio nobel literatura 1997). Y su compatriota Marco d’Eramo, refiriéndose también a la moderación, añadió: "Es curioso que, en política, el término 'moderado' haya adquirido una connotación positiva, mientras que resulte negativo en otros ámbitos de la vida, sobre todo en forma adverbial: si una persona es moderadamente inteligente, no queremos decir que es un genio". Aun así, muchos prefieren llamarse "moderados". Debe darles cierta sensación de equilibrio: ni demasiado a un lado, ni demasiado al otro. Estar ostensiblemente inclinado a un extremo puede ser motivo de caer bajo la calificación de radical, extremista, raro, excéntrico, freak. Y ya se sabe: una persona radical, para muchos, es algo no especialmente aconsejable. En cambio, ser una persona "moderada" es sinónimo de algo así como ser una persona equilibrada, ecuánime, centrada.


Y lo cierto es que necesitamos radicalidad. Necesitamos radicalidad, primero, porque la magnitud del golpe sobre las condiciones de vida de la gente requiere respuestas proporcionales al momento actual, conviene tomar consciencia ya, sin autoengaños, de que el sistema en que vivimos, no hace cierta la creencia según la cual es posible garantizar al conjunto de la población una vida digna a través de subsidios para pobres o la quimérica promesa de que el mercado de trabajo nos ofrecerá bienestar y libertad (¿realmente ese trabajo, en caso de que lo haya, nos hará libres?). Y necesitamos radicalidad, segundo, porque, en general, es bueno ir a la raíz de los problemas: un sistema capitalista que ha roto todo posible consenso social, por limitado que fuera, y que no muestra voluntad alguna de pacto nos obliga a la osadía de buscar caminos nuevos para retomar el control sobre nuestras vidas, para reapropiarnos de ellas. Los humanos tenemos que cambiar de paradigma.

Un sistema que solo beneficia a 1% de la población mundial, Hay que entender que, desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido), ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.


Las repercusiones sociales de este cataclismo económico han sido de una brutalidad inédita: 23 millones de desempleados en la Unión Europea y más de 80 millones de pobres… Los jóvenes en particular son las víctimas principales; generaciones sin futuro. Pero las clases medias también están asustadas porque el modelo neoliberal de crecimiento las abandona al borde del camino. Desde el punto de vista antropológico, estas crisis se están traduciendo por un aumento del miedo y del resentimiento. La gente vive en estado de ansiedad y de incertidumbre. Vuelven los grandes pánicos ante amenazas indeterminadas como pueden ser la pérdida del empleo, los electrochoques tecnológicos, las biotecnologías, las catástrofes naturales, la inseguridad generalizada... Todo ello constituye un desafío para las democracias. Porque ese terror se transforma a veces en odio y en repudio. En varios países europeos, y también en Estados Unidos, ese odio se dirige hoy contra el extranjero, el inmigrante, el refugiado, el diferente. Está subiendo el rechazo hacia todos los "otros" (musulmanes, latinos, gitanos, subsaharianos, "sin papeles", etc.) y crecen los partidos xenófobos y de extrema derecha.

Esta crisis comenzó como una crisis financiera, tras la cual se puso al descubierto una profunda crisis de sobreacumulación y sobreproducción, compuesta por una tasa decreciente de ganancias. La crisis estaba en ciernes desde la segunda mitad de la década de 1990, y se demoró por la creación masiva de crédito y la plena incorporación de China a la economía mundial. Dado que los EE.UU. son el principal centro financiero mundial, y donde el sistema de crédito había sido impulsado hasta su “límite extremo” fue allí que la crisis, en su dimensión financiera, estalló en julio de 2007 y alcanzó explotar en septiembre de 2008. El crac que comenzó a fines de 2008 fue de naturaleza global y no sólo una “Gran Recesión” norteamericana, golpeando inicialmente a las economías industrializadas. Los países emergentes, que pensaron que permanecerían mayormente inmunes a sus efectos, más tarde perderían esta ilusión. En 2008 el capitalismo mundial, dirigido por los EE.UU., determinó que la configuración combinada de las relaciones internas y políticas impidieran que la crisis destruyera el capital ficticio y productivo de la misma manera que ocurrió en la década de 1930. La velocidad y la escala de la intervención gubernamental en 2008 por parte de los EE.UU. y los principales países europeos para apoyar al sistema financiero, y también, en forma temporal y en un menor grado, a la industria automovilística, expresan la presión directa de los bancos en defensa de la riqueza financiera y de las automotrices estadounidenses y europeas para proteger su posición contra los competidores asiáticos.


Decimos que hay crisis, en cualquier sector, cuando algún mecanismo deja de pronto de actuar, empieza a ceder y acaba por romperse. Esa ruptura impide que el conjunto de la maquinaria siga funcionando. Es lo que está ocurriendo en la economía mundial desde que estalló la crisis de las sub-primes en 2007-2008.

En realidad, no estamos soportando una crisis, sino una suma de crisis mezcladas tan íntimamente unas con otras que no conseguimos distinguir entre causas y efectos. Porque los efectos de unas son las causas de otras, y así hasta formar un verdadero sistema. O sea, enfrentamos una auténtica crisis sistémica del mundo occidental que afecta a la tecnología, la economía, el comercio, la política, la democracia, la identidad, la guerra, el clima, el medio ambiente, la cultura, los valores, la familia, la educación, la juventud, etc.

Este sistema egoísta y corrupto, En los bancos del mundo libre y en paraísos fiscales se han blanqueado miles de millones del dinero del narcotráfico, de la venta de armas y del mundo criminal. Han mantenido la opacidad de cuentas bancarias que defraudaban a las Haciendas nacionales y alteraban los precios de las cosas: desde los hidrocarburos a los alimentos, desde la construcción inmobiliaria a los medicamentos, desde la contaminación del medio ambiente con sus industrias participadas y los perversos fondos especulativos.

La etapa más salvaje e irracional del neoliberalismo tiene que ser reemplazada por otro modelo de sociedad más justo y solidario. No hay mal que dure 1,000 años ni cuerpo que lo resista.

L A T - EDITOR