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lunes, 14 de junio de 2010

¿Por qué los no-invitados al festín, tenemos que pagar los daños?



La furia con que los ricos y los poderosos se aprestan ahora a castigar a los trabajadores pobres supuestamente causantes del caos choca, por lo pronto, con una muchedumbre de pruebas que muestran que la actual crisis de la deuda soberana no está causada por un gasto social elevado, sino por una súbita caída del ingreso público debida a la recesión económica, causada a su vez por el desplome de unos mercados crediticios dominados por la contabilidad fraudulenta permitida en las finanzas estructuradas, finanzas de las que es exclusiva y directamente responsable la elite financiera.
A través de retorcidos “vehículos de propósitos específicos” (el único propósito específico de los cuales es tratar las ganancias de emisión de deuda como ingresos de ventas, a fin de eliminar pasivo financiero de la contabilidad gubernamental y poder presentar una imagen engañosamente robusta de las finanzas públicas), beneficios fantasma son succionados de la economía general para ir a parar a los bolsillos de financieros atacados de codicia, mientras se empuja a la economía real al desequilibrio, resultando todo en un elevada deuda pública real, imposible de sostener por un insuficiente ingreso agregado de la población trabajadora. Como porción del PIB, los salarios y los beneficios no han dejado de caer en las últimas décadas, mientras que la deuda pública ha ido en aumento. Las instituciones financieras internacionales generan rutinariamente beneficios mayores que el ingreso público de las economías pequeñas.
A pesar de las distorsiones propagandísticas, el problema de la deuda soberana no ha sido causado por el elevado coste del Estado de Bienestar; ha sido causado por unos mercados financieros desregulados, permitidos por los gobiernos con objeto de tomar prestadas enormes sumas a cuenta de futuros ingresos de las empresas del sector público, sin que constaran como pasivo en la contabilidad pública. Las finanzas estructuradas suministraban liquidez a los gobiernos que en ellas participaban, al tiempo que quedaban ocultas las deudas soberanas que habrían de honrarse en el futuro. Pero el grueso del dinero prestado fue a parar a los bolsillos de los negociadores de la privatización del sector público, mientras que las deudas quedaron para el conjunto de la sociedad. Una buena parte de la riqueza nacional se transfiere de la economía nacional a los especuladores internacionales a través de la manipulación legalizada posibilitada por la desregulada globalización de los mercados financieros. Es una nueva forma de imperialismo financiero sintético practicado contra las economías débiles a través de un esquema de movimientos cortos contra las monedas y los títulos de las naciones vulnerables.
Nosotros no fuimos invitados al festín de la sobreacumulación capitalista, ¿Por qué tenemos que pagar los daños de la crisis?

Editor del Norte

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