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sábado, 21 de mayo de 2011

De la tragedia griega al lamento celta, ¿quién sigue?

Lucio Agustín Torres *

En un artículo anterior advertíamos de la quiebra de los países, Islandia , Letonia , Grecia y ahora Irlanda el patrón ha sido muy parecido, cuando el mercado ya no ha concedido más deuda a un país, va la Unión Europea – FMI y concede el dinero a un tipo de interés soportable para así salvar al país y, sobretodo, salvar a los prestamistas, que de otro modo perderían todo o parte de su capital. Creo que no hace falta recordar que algunos de los grandes acreedores de estos dos países ( Grecia , Irlanda ) son Alemania, Francia y el Reino Unido, por lo que los rescates se están llevando a cabo más por el interés de estos que por el de los rescatados. La Unión Europea está jugando una y otra vez al doble o nada, rescatando los países uno detrás de otro. Perdió la apuesta de Grecia. ¿Ganará la de Irlanda? ¿O tendrá que apostar de nuevo con Portugal? ¿O…España?
Pero suele decirse que los mercados no perdonan, son implacables y al final este país no pudo resistir el castigo de éstos reflejado en un fuerte aumento en la valoración de su riesgo y en el costo de los recursos. No pudo resistir las presiones de otros países de la Unión Monetaria, en particular de Alemania, y el fin de semana pasado ocurrió lo que era prácticamente inevitable.
¿La tragedia griega en su versión celta? Aunque existen elementos y diferencias importantes en el origen de los problemas en estos dos países, al final el desenlace ha sido el mismo. Pero me parece importante resaltar una diferencia entre ambos países, ya que permite mostrar de manera cruda el por qué, ante situaciones críticas, los mercados “castigan” casi por igual. La historia de Grecia la conocemos. Su ingreso a la comunidad del euro le funcionó como un aval para acceder a recursos en los mercados a menor costo. Esto fue particularmente relevante en los años previos a la crisis caracterizados por una enorme liquidez y bajo costo. De esta forma, los griegos pudieron financiar un creciente e irresponsable gasto público que produjo una
espiral déficit-deuda. Las complicaciones derivadas de la crisis global no hicieron más que destapar esta cloaca, a pesar de que por un tiempo manipularon las cifras hacia el exterior. No hubo más remedio que recurrir al FMI y rendirse a sus condiciones, que se traducen generalmente en draconianos programas de austeridad y en un enorme costo para su población. Irlanda, en cambio, había sido un país que había mostrado mucha mayor prudencia fiscal manteniendo cifras razonables de déficit y deuda, aún iniciada la crisis. Su problema tuvo origen en su sector privado bancario. Este país, uno de los fundadores de la Comunidad Europea, también se benefició de su adhesión al euro en el acceso a recursos externos. Pero éstos sirvieron para financiar una acelerada expansión en su sector inmobiliario que terminó por engendrar una burbuja en este sector, que al reventar provocó una herida en su sector bancario que terminó siendo casi mortal. Desde luego que también aplica la historia de una deficiente regulación y supervisión. El caso es que el gobierno reaccionó aplicando varios paquetes de rescate, pero que dada la magnitud del problema y la existencia de un entorno externo desfavorable, resultaron poco efectivos. Al final el resultado también fue desastroso. Un sistema bancario a punto de la insolvencia y unas finanzas públicas desangradas.
Michael Hudson (1) destacado economista escribía a raíz de la crisis griega:
Llamemos al “rescate griego” por su nombre: un programa de rescate de activos en situación de riesgo de banqueros alemanes y de otros países europeos, así como de especuladores de todo el mundo. El dinero procede de otros Estados (principalmente del Tesoro alemán, con el consiguiente recorte del gasto interno en este país), los cuales han abierto una especie de cuenta corriente para que el Estado griego pueda pagar a los tenedores de bonos del país que los habían comprado a precios de saldo durante las últimas semanas. Éstos habrán hecho el negocio de su vida; y de igual modo se forrarán los compradores de cientos de miles de millones de dólares en títulos de cobertura por riesgos crediticios contra los bonos del Estado griego, así como los especuladores y los distintos jugadores del capitalismo de casino que hayan contratado seguros contra otros bonos europeos. (A su vez, quienes tengan que abonar estos seguros por riesgos crediticios van a necesitar que alguien les rescate, y así sucesivamente). Esta ganancia inesperada va a salir del bolsillo de los contribuyentes (a la larga, de los ciudadanos griegos, y básicamente de los trabajadores griegos, puesto que los más ricos disfrutan de una fiscalidad muy favorable), que van a tener que devolver el préstamo otorgado por los Estados europeos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Tesoro estadounidense en punto a mitigar los efectos del sistema financiero depredador. El pago a los tenedores de bonos se está utilizando como excusa para recortar drásticamente los servicios públicos, las pensiones de jubilación y otros gastos del Estado griego. Sin duda constituirá un modelo a seguir para otros países que querrán imponer medidas similares de ajuste económico, a la vista del crecimiento de los déficits públicos que van de mal en peor por la disminución de la recaudación fiscal sobre un sector financiero que se ha enriquecido gracias a que la economía basura se ha trocado en política pública internacional. De modo que los banqueros apenas van a ver truncadas sus expectativas de ganancias para este año. Y para cuando el sistema entre quiebra ellos ya habrán invertido su dinero en activos seguros. Los "lobistas" de la banca ya saben que el juego financiero ha llegado a su fin. Ahora están jugando a corto plazo. El objetivo del sector financiero es conseguir la mayor cantidad posible del dinero procedente del rescate y salir corriendo, con unos beneficios anuales lo suficientemente grandes como para poder exhibirlos de modo arrogante ante el
resto de la sociedad cuando haya que empezar de cero nuevamente. Que se gaste menos en programas sociales significará que habrá más recursos disponibles para el rescate de los bancos, los cuales tienen deudas carentes de garantías que crecen exponencialmente y de las que jamás podrán hacerse cargo. Es inevitable que en una situación de quiebra bancaria los préstamos y las deudas acaben figurando en los libros contables como impagados. Los acreedores reciben lo que se les debe permitiendo que se apropien del excedente económico; esta apropiación puede tomar la forma de endeudamiento por nuevas inversiones de capital, inversión en infraestructuras, gasto público social y aumento de los niveles de vida. La apropiación rapaz puede realizarse con más rapidez mediante la política de adelgazamiento de las economías a través de la fórmula de los planes de ajuste del FMI. El desempleo aumenta a la misma velocidad con la que las economías se endeudan (y el asunto importante no es sólo que todo ello lleve a una disminución de los ingresos fiscales de cada país, sino que la deuda extranjera provoca un aumento de la dependencia de las importaciones). Lo que realmente está en cuestión aquí es si en el momento de recoger los beneficios del crecimiento económico los países estarán gobernados por los acreedores o lo estarán por la voluntad popular.
El embate oligárquico de los créditos del FMI y la Unión Europea destinados a rescatar a los bancos extranjeros y a los especuladores tenedores de bonos a costa de los trabajadores (los supuestos futuros contribuyentes) tienen como objetivo que sean precisamente los trabajadores, y no el capital financiero, quienes tengan que hacer frente a las pérdidas por las atrasos del Gobierno en el pago de la deuda a causa de la reducción de los impuestos que gravaban la riqueza. Se trata de permitir que los bancos extranjeros eviten tener que pagar el precio de aparecer como protagonistas en la operación de vaciado del mercado interior. Se pretende apartar la política gubernamental de las manos de los votantes y subordinarla al FMI y la Unión Europea, que a su vez actúan como instrumentos del sistema financiero internacional.

1- Michael Hudson trabajó Como economista en Wall Street y actualmente es Distinguished Professor en la University of Misoury, Kansas City, y presidente del Institute for the Study of Long-Term Economic Trends (ISLET).

Director de Blogs Alternativos en Red *

Publicado 25 noviembre 2010.