Por Lucio Agustín Torres
En el futbol y la política, Perú; parecía resignado a ver
los acontecimientos desde la televisión. Los movimientos sociales aparecidos en
el mundo, la primavera árabe, los indignados en España, Grecia, Portugal, los Ocupa
en EE.UU. los estudiantes en Chile y actualmente Brasil, todos ellos fenómenos
sociales, qué con ayuda del internet han producido reacciones espontaneas de
multitudes de gentes volcadas a las calles, cuya peculiaridad es la presencia
de la gente joven en su gran mayoría los llamados indignados.
HABLAN
LOS JÓVENES
“Hay episodios en la vida de mi país que hacen que mi
relación con el Perú sea como la de una niña rechazada por un padre imbécil. Es
cierto que el Congreso de la República tiene un amplio historial de
despropósitos y corruptelas que han hecho muy difícil que los ciudadanos nos
sintamos alguna vez representados, pero la última obra de “ingeniería”
parlamentaria realizada en beneficio de la lacra de la repartija partidaria es
como para quemar el pasaporte y nacionalizarse austrohúngaro”. Nos decía la
joven escritora Gabriela Wiener. A su vez Claudia Cisneros dice: “Como
ciudadanos de un país pobre en cuadros políticos con verdadera vocación social,
hemos aprendido a tener que convivir con cierto grado de degradación política.
Pero todo tiene un límite, y lo que pasó en el Congreso con la repartija de
cargos del Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo traspasó ese
límite. Y esta no es una percepción de un grupo de izquierda, de derecha, o de
centro. Es unánime. Simpatizantes de todos los partidos y tendencias políticas
hemos coincidido en repudiar lo que pasó en el Congreso. Los medios de
comunicación hicieron eco de ese repudio, las redes sociales también. Y los
congresistas nos escupieron en la cara tres veces la mañana en que casi
unánimemente rechazaron tres mociones para suspender, posponer o mandar a la
Comisión de Constitución el deshonroso pacto partidario. Nos hemos sentido
atropellados, abusados por el poder que les dimos para representarnos y al
país. ¿Quién nos representa ahora? Nadie. Ni Ollanta, ni Toledo, ni PPK, ni el
APRA de Alan (que se subió al coche solo porque no alcanzó quórum para la
repartija), ni Lourdes, ni Keiko, ni ninguno de sus congresistas. Nadie creerá
que el negociado lo hicieron los congresistas a espaldas de sus líderes. Sí, yo
voté por Ollanta para evitar que el fujimorismo, el mayor violador y destructor
de las instituciones, la constitucionalidad y la democracia accediera al poder.
Ver a los políticos actuar de esa misma manera, autoritaria, abusiva y a
espaldas del país, es verlos fujimorizados”.
PUNTO
DE QUIEBRE
Si el miércoles 17 fue declarado Día de la
Vergüenza Nacional, desde las redes sociales, el viernes 19 debiera
considerarse como el Día del Cinismo Nacional, pues, los “líderes” desde el
Presidente de la Republica y los comprometidos en actos de corrupción han
salido presurosos a decir que les preocupa el país, asumen poses de serios
haciendo dizque análisis político y se deshacen en interpretaciones y consejos
para desvirtuar que la ira provocada por esta especie de ukase congresal no
expresa el hartazgo popular hacia la corrupción política sino solo contra la
repartija como supuesto hecho aislado. Las marchas que han
proliferado en toda las ciudades del país convocadas por los jóvenes y no-tan-jóvenes
que se sienten indignados y molestos ante las componendas de la clase política
peruana rescatan ese malestar ciudadano que permite cristalizar la furia en una
protesta política pacífica que, no solo plantea caos y revueltas, sino sobre
todo salidas y esperanzas. El clamor popular lo que exige es simplemente el
nudo central de toda democracia: que los representantes escuchen a los
representados y no nos conviertan en tutelados con la pretensión de que saben
escoger por nosotros, pues nosotros los escogimos a ellos.
NUEVOS
VIENTOS
El saldo del sismo ha sido devastador para la clase
política. El enjuague laboriosamente armado se cayó en 24 horas; la mayoría de
los nombrados tuvieron que dar un paso al costado; Ollanta Humala y Keiko
Fujimori –que propiciaron el estropicio– tuvieron que recular, anunciando que
sus bancadas anularían la elección; defensores de Pilar Freitas, como Juan
Sheput y Susana Villarán, quedaron colgados de la brocha; Víctor Isla –a quien
los parlamentarios de PP acusan de haber propiciado el desastre, anunciando que
estaba decidido a colocar “hasta a un mono” en la conducción de la Defensoría
del Pueblo – fundió fusibles como candidato a la reelección para la presidencia
de la mesa directiva del congreso. El costo ha sido especialmente alto para
Humala, a quien le estalla en la cara la peor crisis de su gobierno a una
semana del discurso que debe pronunciar por las Fiestas Patrias, cuando pasa
por una fuerte pérdida de popularidad y se agrava la sensación de falta de liderazgo
que transmite, precisamente en el periodo crítico de renovación de la
conducción del congreso.
FUJIMORI
Y GARCÍA LA MISMA PORQUERÍA
Fujimori
está en la cárcel por corrupto, García es investigado por cientos de narco
indultos y Toledo sigue entrampado en extrañas compras de inmuebles que no
logra aclarar. Los
tres últimos presidentes carecen de autoridad moral. Si a todo esto agregamos
la traición de plan de gobierno de Ollanta Humala. La ciudadanía está iracunda
con la política, con la élite que gobierna al país desde 1990. No hay un
objetivo claro. La furia es contra todos. “Que se vayan todos” gritaba la
multitud o coreaban frases como: “Fujimori y García la misma porquería” “No a
la Repartija” “Aquí allá el miedo se acabo”
“Vamos pueblo carajo, el pueblo no se rinde carajo” “Perú te quiero, por
eso te defiendo”.
Nosotros vemos con mucha esperanza el despertar de los
jóvenes en el Perú.
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