"Hay lucha de clases y los ricos estamos
ganando"
Warren Buffet
Por Lucio Agustín
Torres *
Las empresas offshore (creadas en paraísos
fiscales) constituyen una base para todo tipo de actividades, muchas de ellas
relacionadas con la especulación financiera: desde la emisión de títulos de
deuda para obtener recursos en diferentes mercados financieros, hasta facturar
todo tipo de operaciones para permitir el uso de precios de transferencia en
operaciones intra-firma y transferir rentabilidad de un espacio económico a
otro. Y por supuesto, las offshore son la plataforma clave para involucrarse en
el mercado mundial de divisas y para los flujos de capitales que son el azote
de cualquier economía.
A finales de los años 70 del siglo XX se hizo evidente que la maquinaria de producción capitalista se había estancado de nuevo. La enfermedad crónica del capitalismo se había vuelto a manifestar: la sobre-acumulación de capital. Demasiada concentración tecnológica por unidad de producción, a costa del trabajo humano. Como quiera que sólo de este último se extrae plusvalía, la consecuencia es una decadencia de la misma y por tanto de la ganancia final que los capitalistas reciben cuando venden las mercancías producidas, diseñadas o servidas por la fuerza de trabajo. Es decir, una generalizada pérdida de rentabilidad de las inversiones capitalistas. Y si hay pérdida de rentabilidad desciende la inversión en la esfera productiva, con lo cual baja también la productividad.
Frente a ello el Capital
emprende un conjunto de dinámicas orientadas a paliar la caída de la
rentabilidad: incremento de la explotación de la fuerza de trabajo; aceleración
de los desplazamientos de capital hacia las periferias del Sistema, allí donde
había (y hay todavía) más expectativas de rentabilidad, dado que no se ha dado
el proceso de sobreacumulación; hay un desplazamiento también
técnico-organizativo, hacia nuevas ramas de inversión (sobre todo la “economía
ficticia” o “nueva economía”); y asimismo se da un desplazamiento hacia los
circuitos que hasta ese momento eran secundarios en la acumulación de capital
(el suelo, la vivienda, las hipotecas), con la consiguiente gestión del
territorio de cara a su valorización especulativa (haciendo del conjunto del
hábitat una mercancía, lo que lleva emparejada su depredación). Se emprende, de esta manera, un paquete de políticas
tendentes a deteriorar la condición salarial: desinversión selectiva y reorientación
hacia un tipo de producción flexible, ligera; reducción de la masa salarial a
partir de la desvinculación de los salarios respecto de la productividad y el
subsecuente declinar de los salarios reales; inhibición de la inversión pública
que conlleva el deterioro de lo público y de la “seguridad social”. Conduciendo
todo ello a la entrada en una era de inseguridad
colectiva.
Habrá además una dinámica
que incidirá especialmente en el desmontaje de lo que hasta entonces había sido
el Estado Social (para muchos “de bienestar”): la apropiación privada por parte
de los grandes capitales de más y más parcelas de la riqueza social y las
contradicciones sociales que esto ocasiona. Pero faltaba aún otro desplazamiento de consecuencias letales: el que ha consistido en “huir” de la producción y por tanto de la normal y “sana” dinámica de acumulación, para derivar cada vez más capitales hacia las finanzas. De nuevo había que cumplir un requisito o paso previo para ello: liberalizar el mundo financiero que tanto había costado arribar en los Acuerdos de Bretton Woods tras todo el cúmulo de desmanes financieros que se había iniciado a fines del siglo XIX y que finalizó en la catástrofe del 29. El pistoletazo lo daría EE.UU. el 15 de agosto de 1971, al desvincular el dólar del patrón oro.
En seguida el resto de
potencias capitalistas haría lo propio. A partir de entonces las monedas no
tendrían ningún anclaje material y podían “flotar” a merced de las apuestas y
especulaciones sobre ellas.
Antes del capitalismo, las
crisis eran producto de la escasez, el hambre y los desastres naturales. Ahora
son la consecuencia de una economía monetaria con fines de lucro; que son
causadas por el hombre y, sin embargo, parecen escapar a su control; un
fetichismo. Por encima de todo, las crisis demuestran que el capitalismo es un
sistema con fallos y errores, pero; sobre todo un sistema egoísta e inhumano, a
pesar de los grandes avances en la productividad del trabajo que este modo de
producción ha generado en los últimos 200 años aproximadamente. Si la Humanidad
quiere progresar o incluso sobrevivir como especie, tendremos que ser
conscientes que el capital ha entrado en una etapa degenerativa, propia de ese
fetichismo enfermizo de mayores ganancias, no importando el cómo, aplicando “el
todo vale” (negocio sucio: narcotráfico, venta de armas, especulaciones, lavado
de activos). Durante el colapso financiero de 2008, el sector bancario de los
EE.UU. tuvo que descontar 600 mil millones de dólares en activos y su valor
bursátil cayó en 1 billón de dólares. Sin embargo, las autoridades (de la
Reserva Federal y el Tesoro), "en nombre de los contribuyentes, rescataron
a estos bancos errantes con dinero en efectivo, garantías y préstamos por valor
de más de 3 billones de dólares. Ahora, hay menos bancos, pero son más grandes
y vuelven a sus viejos trucos, igual que antes. Ahí están los bancos del Reino Unido: Barclays ha sido
multado con 450 millones de dólares por su participación en el llamado
escándalo del Libor, en el que los corredores de los bancos se pusieron de
acuerdo para fijar el tipo de interés de los préstamos interbancarios, que
establece la base del coste de la mayoría de los créditos en todo el mundo.
Esta conspiración implica que autoridades locales, organizaciones benéficas y
empresas terminaron pagando más de lo debido por los préstamos. HSBC fue
acusado por el Congreso de los EE.UU. de lavar el dinero de los carteles de la
droga mexicano y violar las sanciones contra Irán (al igual que Standard
Chartered). Lloyds Bank, junto con todos los otros bancos, ha tenido que
compensar a sus clientes por obligarles a contratar seguros de accidentes
personales por una suma de £ 5.300 millones de libras, dinero que podría haber
sido mejor utilizado para financiar la industria y abaratar los créditos. Los
bancos han restado toda importancia a estos escándalos. JP Morgan mantuvo un
equipo de operaciones de alto riesgo en Londres dedicado a la comercialización
masiva de derivados, las mismas "armas financieras de destrucción
masiva" (para usar la terminología del mayor inversor del mundo, Warren
Buffet) que desencadenaron la crisis de 2008. La 'ballena de Londres', como se
le llama, hizo perder al banco ¡6 mil millones de dólares! Y hay que recordar
que eso ocurrió en 2012, no 2008. El corredor principal, Bruno Iksil, les dijo
a sus jefes ejecutivos que estaba preocupado por el tamaño espantoso de las transacciones que operaba. Pero no le hicieron
caso. Y los supervisores en EE.UU. del banco, la Oficina del Interventor de la
Moneda, que supuestamente vigilaba muy de cerca a los bancos, tampoco hicieron
nada. En marzo de 2012, las pérdidas comerciales iban en aumento y fueron
hechas públicas, pero aun así el jefe ejecutivo de JP Morgan, Jamie Dimon,
afirmó que el asunto sólo era "una tormenta en un vaso de agua”. Y con
esto no acaba todo. Ahora se ha sabido que, durante el colapso financiero,
cuando Barclays se vio amenazado con una nacionalización parcial, la junta de
Barclays prestó dinero a Qatar para que invirtiera en acciones del propio banco
por valor 12 mil millones de libras. De esta manera, el banco evitó controles
del Estado ¡mediante la emisión de más préstamos! Todavía no está claro qué
"comisiones" se les pagaba a los inversores de Qatar. Dexia, el banco
belga, eventualmente forzado a la nacionalización, también intentó el mismo
truco en 2008 y también lo hizo el podrido banco de Islandia, Kaupthing, que
"prestó" dinero a un miembro de la familia real qatarí, que lo
reinvirtió en el banco. Los qataríes cobraban una "comisión" y si las
acciones no valían nada después, a ellos les daba igual. Simplemente aumentaban
las pérdidas del banco y el coste para el contribuyente en caso de rescate. Los
delincuentes de mainstreet, son moco de pavo, en comparación a los que manejan
el capital financiero (capital ficticio). Lo que demuestran los continuos escándalos de
la banca es que el sistema bancario global no ha cambiado realmente ni su
cultura ni su razón de ser y que tampoco puede hacerlo. Que tiene que orientar
la mayor parte de sus actividades hacia la maximización de beneficios y eso
significa hacia áreas que tienen mayor riesgo y no hacia préstamos con márgenes
bajos a la industria y los hogares. Y los llamados reguladores no pueden
cambiarlo. Han sido presionados y acosados por los bancos para que no
"limiten" sus actividades "demasiado" o para que les
obliguen a apartar demasiado dinero o capital para cubrir posibles pérdidas,
porque esto no es rentable. Por todo ello, los paraísos fiscales son la guarida
perfecta, del capital especulativo.
* Director Grupo Editor del Norte.