Lucio Agustín Torres *
La economía globalizada y la división mundial del trabajo, en el marco del sistema capitalista, no hace sino destruir los derechos laborales y sindicales y profundizar las desigualdades económicas y sociales. La industria textil es una de las más globalizadas, las grandes marcas como Leviss, Guess o Nike llevan la parte de la producción que requiere mano de obra menos cualificada a zonas de Centroamérica, donde la industria maquilera les proporciona mano de obra semiesclava en abundancia, así como legislaciones que facilitan la inversión extranjera por medio de exenciones aduaneras y fiscales para estas marcas si producen dentro de sus zonas francas. La industria de confección textil en Centroamérica (maquilas), que funciona como subcontratista de las grandes multinacionales del sector, ha logrado tener un enorme peso económico, llegando a suponer hace pocos años el 33% de las exportaciones totales y el 10% del PIB de la región. Así se funciona en México, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador o Costa Rica. En estas plantas entre un 60% y un 90% de los trabajadores son mujeres y la degradación de sus condiciones es esperpéntica: no se pueden quedar embarazadas, ni orinar más de dos veces al día (con jornadas a veces de más de 12 horas de lunes a sábado), por lo tanto también está restringido el consumo de agua; en las plantas el hacinamiento es la norma; el salario recibido no llega para la canasta básica, tampoco pueden quejarse de la jornada laboral o faltar por enfermedad a riesgo de ser despedidas, muchas veces se ven obligadas a ceder a presiones de todo tipo (sobre todo presión sexual) para no ser despedidas, en una situación en que la sobreproducción, la crisis de la demanda mundial y la competencia china están provocando cierres de muchas maquilas: en 2008 cerraron nueve maquilas en Nicaragua dejando sin empleo a 19.000 personas, 4.000 en El Salvador, otras 4.000 en Guatemala, 3.500 en Honduras y 3.000 en Costa Rica, ¿qué futuro aguarda a estos trabajadores?
Los niños son las primeras víctimas de esta práctica, llegando a representar el 10% de la mano de obra mundial, aportan aproximadamente 13.000 millones anuales al PIB mundial. El informe de la OIT de 2009, El coste de la coacción, publicado en mayo, dice que las víctimas de trabajo forzoso en el mundo -excluyendo la explotación sexual- pierden unos 20.000 millones de dólares al año en salarios no recibidos. Pero además de la ventaja económica directa, hay otras indiscutibles ventajas para el capitalista: el trabajador esclavizado no tiene recursos para luchar contra la explotación como hacemos el resto de los trabajadores asalariados, no tienen posibilidad de asociarse, sindicarse y presionar económicamente a las empresas, no pueden mantener una lucha contra el patrón y a duras penas se preocupan de sobrevivir. Sus condiciones de vida le hacen mantenerse aislado del resto de la clase obrera, desclasado. La coacción, el sometimiento tanto económico como psicológico sobre la población más vulnerable con todo tipo de privaciones sociales, alejan a estos trabajadores esclavizados del resto de su clase. Si el arma principal del proletariado es su concentración y organización, el trabajo forzoso es una forma de desarmar al proletariado.
Sin embargo, paralelamente al trabajo esclavo se ha extendido el trabajo asalariado "normal", la forma principal de explotación y de la que más plusvalía obtiene el capitalista. Por lo tanto, con el desarrollo del proletariado en todo el mundo, el capitalismo ha fortalecido también las condiciones de su destrucción. La lucha contra la esclavitud no puede desvincularse de la lucha contra el capitalismo, no sólo porque el capitalismo implica necesariamente esclavitud y otras formas extremas de explotación sino porque el trabajo asalariado "legal", reconocido como justo por la ideología oficial, es también una forma de esclavitud; la frontera entre la esclavitud ilegal y la esclavitud asalariada legal es bastante difusa. En la era esclavista clásica, eran los estados quienes reclutaban mano de obra esclava cuando se conquistaba un territorio, esto ha cambiado. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del programa contra el trabajo forzoso, actualmente no son los estados, sino las empresas privadas las responsables del 80% de casos de esclavitud laboral. Generalmente el trabajo forzado se realiza en zonas selváticas y rurales muy periféricas, como la Amazonia, el Sudeste asiático y África Occidental y son las empresas privadas las que determinan las reglas económicas de la producción.
El proceso de deslocalizaciones industriales que tuvo su auge en la última década del siglo XX y la primera del XXI, tiene como objetivo aprovecharse precisamente de las ventajas que proporcionan el atraso en el desarrollo de los medios de producción y, vinculado a él, las situaciones sociales de pobreza, marginación, atomización; en definitiva, de absoluta indefensión frente al capital. El desembarco en esas tierras de grandes corporaciones como Apple, Nike, Coca Cola, Nestlé, McDonald's y otras muchas para fabricar sus productos allí, es una demostración de que el boom económico, que recientemente terminó de forma abrupta, se ha debido en buena parte a la sobreexplotación de la mano de obra, a abusar de la
contradicción entre una forma primitiva de extraer la materia prima y una forma sofisticada de distribuir y comercializar el producto acabado.
La riqueza global está más concentrada en la actualidad en manos de la elite que en ningún otro momento en la historia moderna. En otra época, la vasta mayoría de la gente en el mundo sabía cómo cultivar su propio alimento, criar sus propios animales y cuidar de sí misma. No había muchos fabulosamente ricos, pero existía una dignidad tranquila en la posesión de tierra que pudiera llamarse propia o de una experticia que podría ser convertida en un negocio. Desgraciadamente, durante las últimas décadas cada vez más tierras laborables han sido engullidas por grandes corporaciones y gobiernos corruptos. Cientos de millones de personas han sido desplazados de sus tierras hacia áreas de alta concentración urbana. Al mismo tiempo, es cada vez más difícil iniciar un negocio propio ya que corporaciones globales monolíticas han llegado a dominar casi cada sector de la economía mundial. Por lo tanto más gente que nunca en todo el mundo se ve obligada a trabajar para “el sistema” sólo para subsistir. Al mismo tiempo, los que están muy arriba en la cadena alimentaria (la elite) han pasado décadas amañando el sistema para asegurar que crecientes cantidades de riqueza sigan fluyendo a sus bolsillos. Por lo tanto ahora, en 2010, tenemos un sistema global en el cual unos pocos elitistas en la cumbre poseen una riqueza insensata mientras la mitad de la gente en el mundo es míseramente pobre. Hay muy pocas naciones en el mundo que no hayan sido casi totalmente saqueadas por la elite global. Cuando la elite habla de “invertir” en países pobres, lo que quiere decir en realidad es apoderarse del control de la tierra, el agua, el petróleo y otros recursos naturales. En docenas de naciones en todo el mundo, grandes corporaciones globales arrancan cantidades fabulosas de riquezas del suelo a pesar de que la vasta mayoría de los ciudadanos de esas naciones sigue viviendo en una pobreza abyecta. Mientras tanto, los máximos políticos de esas naciones reciben inmensos sobornos para que acepten el saqueo. Por lo tanto, en 2010 el mundo es dominado por un puñado muy limitado de elitistas ultra ricos que poseen una cantidad casi increíble de activos reales, un grupo mayor de “administradores de nivel medio” que dirige el sistema para la elite global (y es recompensado con mucha generosidad por hacerlo), cientos de millones de personas que realmente hacen el trabajo requerido por el sistema, y varios miles de millones de “consumidores inútiles” que la elite global no necesita realmente y que en realidad considera bastante inútiles. 2011 será más difícil en la aldea globalizada con respecto al trabajo.
Director de Blogs Alternativos en Red *
Publicado 28 diciembre 2010.
La economía globalizada y la división mundial del trabajo, en el marco del sistema capitalista, no hace sino destruir los derechos laborales y sindicales y profundizar las desigualdades económicas y sociales. La industria textil es una de las más globalizadas, las grandes marcas como Leviss, Guess o Nike llevan la parte de la producción que requiere mano de obra menos cualificada a zonas de Centroamérica, donde la industria maquilera les proporciona mano de obra semiesclava en abundancia, así como legislaciones que facilitan la inversión extranjera por medio de exenciones aduaneras y fiscales para estas marcas si producen dentro de sus zonas francas. La industria de confección textil en Centroamérica (maquilas), que funciona como subcontratista de las grandes multinacionales del sector, ha logrado tener un enorme peso económico, llegando a suponer hace pocos años el 33% de las exportaciones totales y el 10% del PIB de la región. Así se funciona en México, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador o Costa Rica. En estas plantas entre un 60% y un 90% de los trabajadores son mujeres y la degradación de sus condiciones es esperpéntica: no se pueden quedar embarazadas, ni orinar más de dos veces al día (con jornadas a veces de más de 12 horas de lunes a sábado), por lo tanto también está restringido el consumo de agua; en las plantas el hacinamiento es la norma; el salario recibido no llega para la canasta básica, tampoco pueden quejarse de la jornada laboral o faltar por enfermedad a riesgo de ser despedidas, muchas veces se ven obligadas a ceder a presiones de todo tipo (sobre todo presión sexual) para no ser despedidas, en una situación en que la sobreproducción, la crisis de la demanda mundial y la competencia china están provocando cierres de muchas maquilas: en 2008 cerraron nueve maquilas en Nicaragua dejando sin empleo a 19.000 personas, 4.000 en El Salvador, otras 4.000 en Guatemala, 3.500 en Honduras y 3.000 en Costa Rica, ¿qué futuro aguarda a estos trabajadores?
Los niños son las primeras víctimas de esta práctica, llegando a representar el 10% de la mano de obra mundial, aportan aproximadamente 13.000 millones anuales al PIB mundial. El informe de la OIT de 2009, El coste de la coacción, publicado en mayo, dice que las víctimas de trabajo forzoso en el mundo -excluyendo la explotación sexual- pierden unos 20.000 millones de dólares al año en salarios no recibidos. Pero además de la ventaja económica directa, hay otras indiscutibles ventajas para el capitalista: el trabajador esclavizado no tiene recursos para luchar contra la explotación como hacemos el resto de los trabajadores asalariados, no tienen posibilidad de asociarse, sindicarse y presionar económicamente a las empresas, no pueden mantener una lucha contra el patrón y a duras penas se preocupan de sobrevivir. Sus condiciones de vida le hacen mantenerse aislado del resto de la clase obrera, desclasado. La coacción, el sometimiento tanto económico como psicológico sobre la población más vulnerable con todo tipo de privaciones sociales, alejan a estos trabajadores esclavizados del resto de su clase. Si el arma principal del proletariado es su concentración y organización, el trabajo forzoso es una forma de desarmar al proletariado.
Sin embargo, paralelamente al trabajo esclavo se ha extendido el trabajo asalariado "normal", la forma principal de explotación y de la que más plusvalía obtiene el capitalista. Por lo tanto, con el desarrollo del proletariado en todo el mundo, el capitalismo ha fortalecido también las condiciones de su destrucción. La lucha contra la esclavitud no puede desvincularse de la lucha contra el capitalismo, no sólo porque el capitalismo implica necesariamente esclavitud y otras formas extremas de explotación sino porque el trabajo asalariado "legal", reconocido como justo por la ideología oficial, es también una forma de esclavitud; la frontera entre la esclavitud ilegal y la esclavitud asalariada legal es bastante difusa. En la era esclavista clásica, eran los estados quienes reclutaban mano de obra esclava cuando se conquistaba un territorio, esto ha cambiado. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del programa contra el trabajo forzoso, actualmente no son los estados, sino las empresas privadas las responsables del 80% de casos de esclavitud laboral. Generalmente el trabajo forzado se realiza en zonas selváticas y rurales muy periféricas, como la Amazonia, el Sudeste asiático y África Occidental y son las empresas privadas las que determinan las reglas económicas de la producción.
El proceso de deslocalizaciones industriales que tuvo su auge en la última década del siglo XX y la primera del XXI, tiene como objetivo aprovecharse precisamente de las ventajas que proporcionan el atraso en el desarrollo de los medios de producción y, vinculado a él, las situaciones sociales de pobreza, marginación, atomización; en definitiva, de absoluta indefensión frente al capital. El desembarco en esas tierras de grandes corporaciones como Apple, Nike, Coca Cola, Nestlé, McDonald's y otras muchas para fabricar sus productos allí, es una demostración de que el boom económico, que recientemente terminó de forma abrupta, se ha debido en buena parte a la sobreexplotación de la mano de obra, a abusar de la
contradicción entre una forma primitiva de extraer la materia prima y una forma sofisticada de distribuir y comercializar el producto acabado.
La riqueza global está más concentrada en la actualidad en manos de la elite que en ningún otro momento en la historia moderna. En otra época, la vasta mayoría de la gente en el mundo sabía cómo cultivar su propio alimento, criar sus propios animales y cuidar de sí misma. No había muchos fabulosamente ricos, pero existía una dignidad tranquila en la posesión de tierra que pudiera llamarse propia o de una experticia que podría ser convertida en un negocio. Desgraciadamente, durante las últimas décadas cada vez más tierras laborables han sido engullidas por grandes corporaciones y gobiernos corruptos. Cientos de millones de personas han sido desplazados de sus tierras hacia áreas de alta concentración urbana. Al mismo tiempo, es cada vez más difícil iniciar un negocio propio ya que corporaciones globales monolíticas han llegado a dominar casi cada sector de la economía mundial. Por lo tanto más gente que nunca en todo el mundo se ve obligada a trabajar para “el sistema” sólo para subsistir. Al mismo tiempo, los que están muy arriba en la cadena alimentaria (la elite) han pasado décadas amañando el sistema para asegurar que crecientes cantidades de riqueza sigan fluyendo a sus bolsillos. Por lo tanto ahora, en 2010, tenemos un sistema global en el cual unos pocos elitistas en la cumbre poseen una riqueza insensata mientras la mitad de la gente en el mundo es míseramente pobre. Hay muy pocas naciones en el mundo que no hayan sido casi totalmente saqueadas por la elite global. Cuando la elite habla de “invertir” en países pobres, lo que quiere decir en realidad es apoderarse del control de la tierra, el agua, el petróleo y otros recursos naturales. En docenas de naciones en todo el mundo, grandes corporaciones globales arrancan cantidades fabulosas de riquezas del suelo a pesar de que la vasta mayoría de los ciudadanos de esas naciones sigue viviendo en una pobreza abyecta. Mientras tanto, los máximos políticos de esas naciones reciben inmensos sobornos para que acepten el saqueo. Por lo tanto, en 2010 el mundo es dominado por un puñado muy limitado de elitistas ultra ricos que poseen una cantidad casi increíble de activos reales, un grupo mayor de “administradores de nivel medio” que dirige el sistema para la elite global (y es recompensado con mucha generosidad por hacerlo), cientos de millones de personas que realmente hacen el trabajo requerido por el sistema, y varios miles de millones de “consumidores inútiles” que la elite global no necesita realmente y que en realidad considera bastante inútiles. 2011 será más difícil en la aldea globalizada con respecto al trabajo.
Director de Blogs Alternativos en Red *
Publicado 28 diciembre 2010.
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