Lucio Agustín Torres *
La polémica que ha surgido en los Estados Unidos y Europa entre quienes proponen un mayor estímulo gubernamental y los partidarios de la moderación fiscal da enteramente la impresión de un debate sobre la historia económica. Los dos bandos han vuelto a examinar la Gran Depresión del decenio de 1930 –además, de la historia de las crisis de deuda soberana, que se extiende a lo largo de siglos– en una polémica que tiene poco parecido con las polémicas habituales de política económica.
El bando partidario del estímulo se refiere con frecuencia al perjuicio causado por la moderación fiscal en los Estados Unidos en 1937, cuatro años después de la elección de Franklin Roosevelt como Presidente de los EE.UU. y el lanzamiento del Nuevo Trato. Según los cálculos del economista Paul van den Noord, el resultado neto del presupuesto de 1937 fue una contracción fiscal que representó tres puntos porcentuales del PIB, lo que no constituyó una cantidad insignificante precisamente. El crecimiento económico se desplomó del 13 por ciento en 1936 al 6 por ciento en 1937 y el PIB se contrajo un 4,5 por ciento en 1938, mientras que el desempleo aumentó del 14 por ciento al 20 por ciento. Aunque la política fiscal no fue la única causa de la doble caída, la inoportuna moderación fiscal contribuyó, desde luego, a ella.
Así, pues, ¿estamos como en 1936 y podría la restricción presupuestaria prevista en muchos países provocar una similar recesión con doble caída?
Las malas noticias que vive la economía tienen un claro protagonista central: las sesgadas políticas de los bancos centrales, que no sólo fueron incapaces de advertir la peligrosa crisis que se cocinaba en sus propias entrañas, sino que siempre aplicaron las recetas equivocadas.
Revertir aquella masiva destrucción de empleo no es tarea fácil. Y se hace aún más difícil cuando las empresas postergan sus proyectos de inversión ante el claro estancamiento global.
En estos tres años de crisis ha quedado en claro que la política monetaria no tiene ninguna herramienta real para superarla. Toda su magia depende de la imprenta para crear dinero, por lo que en los buenos tiempos, no es la responsable de la estabilidad que se le atribuye. La única estabilidad real la genera el empleo y en esto, la política monetaria no hace ningún aporte. Por eso que el objetivo único de los bancos centrales, el control de la inflación, resultó tan nefasto.
A tres años de iniciada la crisis, y a dos años del colapso de Lehman Brothers, las políticas de la Fed y del BCE no han logrado neutralizar el alto nivel de desempleo que socava el mundo y que de acuerdo a los declaraciones del FMI y la OIT, se encuentra en los niveles más altos de la historia, con 220 millones de desempleados oficiales. Y no hay planes para que el desempleo comience a disminuir y la demanda a aumentar. Solo grandes planes de movimientos de dinero que se intercambia entre muy pocas manos.
Nadie se percató de que las políticas monetarias marchan al mismo ritmo de las burbujas y, como es lógico, mientras esta se infla, cumple su rol de facilitar la liquidez. Todos son felices mientras la burbuja crece, porque todos creen que siempre seguirá igual: creciendo y haciendo dinero. Nadie se pone en el caso de que esa burbuja tarde o temprano reventará. Así fue como se crearon los grandes desequilibrios que culminaron con la actual crisis.
Un Poco de Historia
Aunque resulte chocante para algunos, lo cierto es que el dólar es responsable del actual desorden financiero que tiene en aprietos a todo el Sistema Monetario Internacional. La actual crisis es consecuencia del rompimiento de los acuerdos de Bretton Woods aquel 15 de agosto de 1971, que dejó al dólar como la divisa internacional y a Estados Unidos cumpliendo un rol hegemónico en el concierto mundial que le exigía aquella conducta responsable que nunca tuvo. El FMI da cuenta de cómo se pretende abandonar al dólar como divisa internacional, para crear una divisa estilo “Bancor”, la propuesta keynesiana de los años 40 que no fue considerada por el triunfalismo estadounidense tras la segunda guerra mundial. Como vemos, el problema es profundo, y cala hondo en el paradigma financiero que hemos conocido. Estados Unidos hizo creer al mundo que el dólar podría cumplir con las condiciones que exigía el patrón oro para una globalización sostenible. Pero no fue así.
La actual crisis es causa crucial de esa trasgresión que se produjo a principios de los años 70, que abandonó los patrones de la gobernabilidad para dejar al sistema a merced del neoliberalismo a ultranza. Esto lo describimos en un artículo anterior, Al borde de la Quiebra
Ahora, es el propio FMI quien señala la necesidad urgente de cambiar al dólar como moneda de reserva para dejar la divisa internacional en manos del Bancor, es decir, en una moneda que refleje las condiciones reales del comercio internacional. Como lo hemos advertido: el dólar tiene los días contados como moneda de reserva. Y si esto comienza a decirse desde el interior de la misma institución que elevó al dólar a la categoría de divisa internacional, por algo será.
La acumulación sin precedentes de los actuales desequilibrios en cuenta corriente, la volatilidad de los enormes flujos de capital especulativo que cruzan fronteras y conllevan una fuerte acumulación de divisas en algunos países y profundos déficit en otros, ha implantado el actual entorno caótico donde el gran perdedor ha sido el capitalismo productivo.
A modo de ejemplo, en los últimos años la acumulación de reservas ha alcanzado el 13% del PIB mundial, triplicando los niveles existentes el año 2000. Gran parte de estas reservas se concentran en dólares de Estados Unidos, país que se acerca a un nivel de deuda del 400% de su PIB, situación altamente preocupante y que explica el actual estancamiento de la primera economía del planeta, consumidora del 50% del PIB mundial, y que amenaza con provocar una nueva recesión global. Por eso que otra de las propuestas es crear una verdadera divisa mundial, que sea independiente de las monedas de los países, algo que sin duda creará muchos conflictos de intereses pues todos los países grandes querrán tomar parte y hacerse de su porción de la torta. Lo único cierto es que el actual sistema hace agua por los cuatro costados y ya no da para más. Por eso que esta primera aproximación es para dar cuenta de los profundos cambios que se tejen en las propias entrañas del sistema del cual somos parte, y que tanto los gobiernos como las instituciones prefieren ignorar, defendiendo tal vez mezquinos intereses. ¿Qué les parece?
Director de Blogs Alternativos en Red *
PUBLICADO 07 SETIEMBRE
La polémica que ha surgido en los Estados Unidos y Europa entre quienes proponen un mayor estímulo gubernamental y los partidarios de la moderación fiscal da enteramente la impresión de un debate sobre la historia económica. Los dos bandos han vuelto a examinar la Gran Depresión del decenio de 1930 –además, de la historia de las crisis de deuda soberana, que se extiende a lo largo de siglos– en una polémica que tiene poco parecido con las polémicas habituales de política económica.
El bando partidario del estímulo se refiere con frecuencia al perjuicio causado por la moderación fiscal en los Estados Unidos en 1937, cuatro años después de la elección de Franklin Roosevelt como Presidente de los EE.UU. y el lanzamiento del Nuevo Trato. Según los cálculos del economista Paul van den Noord, el resultado neto del presupuesto de 1937 fue una contracción fiscal que representó tres puntos porcentuales del PIB, lo que no constituyó una cantidad insignificante precisamente. El crecimiento económico se desplomó del 13 por ciento en 1936 al 6 por ciento en 1937 y el PIB se contrajo un 4,5 por ciento en 1938, mientras que el desempleo aumentó del 14 por ciento al 20 por ciento. Aunque la política fiscal no fue la única causa de la doble caída, la inoportuna moderación fiscal contribuyó, desde luego, a ella.
Así, pues, ¿estamos como en 1936 y podría la restricción presupuestaria prevista en muchos países provocar una similar recesión con doble caída?
Las malas noticias que vive la economía tienen un claro protagonista central: las sesgadas políticas de los bancos centrales, que no sólo fueron incapaces de advertir la peligrosa crisis que se cocinaba en sus propias entrañas, sino que siempre aplicaron las recetas equivocadas.
Revertir aquella masiva destrucción de empleo no es tarea fácil. Y se hace aún más difícil cuando las empresas postergan sus proyectos de inversión ante el claro estancamiento global.
En estos tres años de crisis ha quedado en claro que la política monetaria no tiene ninguna herramienta real para superarla. Toda su magia depende de la imprenta para crear dinero, por lo que en los buenos tiempos, no es la responsable de la estabilidad que se le atribuye. La única estabilidad real la genera el empleo y en esto, la política monetaria no hace ningún aporte. Por eso que el objetivo único de los bancos centrales, el control de la inflación, resultó tan nefasto.
A tres años de iniciada la crisis, y a dos años del colapso de Lehman Brothers, las políticas de la Fed y del BCE no han logrado neutralizar el alto nivel de desempleo que socava el mundo y que de acuerdo a los declaraciones del FMI y la OIT, se encuentra en los niveles más altos de la historia, con 220 millones de desempleados oficiales. Y no hay planes para que el desempleo comience a disminuir y la demanda a aumentar. Solo grandes planes de movimientos de dinero que se intercambia entre muy pocas manos.
Nadie se percató de que las políticas monetarias marchan al mismo ritmo de las burbujas y, como es lógico, mientras esta se infla, cumple su rol de facilitar la liquidez. Todos son felices mientras la burbuja crece, porque todos creen que siempre seguirá igual: creciendo y haciendo dinero. Nadie se pone en el caso de que esa burbuja tarde o temprano reventará. Así fue como se crearon los grandes desequilibrios que culminaron con la actual crisis.
Un Poco de Historia
Aunque resulte chocante para algunos, lo cierto es que el dólar es responsable del actual desorden financiero que tiene en aprietos a todo el Sistema Monetario Internacional. La actual crisis es consecuencia del rompimiento de los acuerdos de Bretton Woods aquel 15 de agosto de 1971, que dejó al dólar como la divisa internacional y a Estados Unidos cumpliendo un rol hegemónico en el concierto mundial que le exigía aquella conducta responsable que nunca tuvo. El FMI da cuenta de cómo se pretende abandonar al dólar como divisa internacional, para crear una divisa estilo “Bancor”, la propuesta keynesiana de los años 40 que no fue considerada por el triunfalismo estadounidense tras la segunda guerra mundial. Como vemos, el problema es profundo, y cala hondo en el paradigma financiero que hemos conocido. Estados Unidos hizo creer al mundo que el dólar podría cumplir con las condiciones que exigía el patrón oro para una globalización sostenible. Pero no fue así.
La actual crisis es causa crucial de esa trasgresión que se produjo a principios de los años 70, que abandonó los patrones de la gobernabilidad para dejar al sistema a merced del neoliberalismo a ultranza. Esto lo describimos en un artículo anterior, Al borde de la Quiebra
Ahora, es el propio FMI quien señala la necesidad urgente de cambiar al dólar como moneda de reserva para dejar la divisa internacional en manos del Bancor, es decir, en una moneda que refleje las condiciones reales del comercio internacional. Como lo hemos advertido: el dólar tiene los días contados como moneda de reserva. Y si esto comienza a decirse desde el interior de la misma institución que elevó al dólar a la categoría de divisa internacional, por algo será.
La acumulación sin precedentes de los actuales desequilibrios en cuenta corriente, la volatilidad de los enormes flujos de capital especulativo que cruzan fronteras y conllevan una fuerte acumulación de divisas en algunos países y profundos déficit en otros, ha implantado el actual entorno caótico donde el gran perdedor ha sido el capitalismo productivo.
A modo de ejemplo, en los últimos años la acumulación de reservas ha alcanzado el 13% del PIB mundial, triplicando los niveles existentes el año 2000. Gran parte de estas reservas se concentran en dólares de Estados Unidos, país que se acerca a un nivel de deuda del 400% de su PIB, situación altamente preocupante y que explica el actual estancamiento de la primera economía del planeta, consumidora del 50% del PIB mundial, y que amenaza con provocar una nueva recesión global. Por eso que otra de las propuestas es crear una verdadera divisa mundial, que sea independiente de las monedas de los países, algo que sin duda creará muchos conflictos de intereses pues todos los países grandes querrán tomar parte y hacerse de su porción de la torta. Lo único cierto es que el actual sistema hace agua por los cuatro costados y ya no da para más. Por eso que esta primera aproximación es para dar cuenta de los profundos cambios que se tejen en las propias entrañas del sistema del cual somos parte, y que tanto los gobiernos como las instituciones prefieren ignorar, defendiendo tal vez mezquinos intereses. ¿Qué les parece?
Director de Blogs Alternativos en Red *
PUBLICADO 07 SETIEMBRE
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